Fué un 21 de septiembre, ya entrada la tarde, cuando empecé a experimentar una vivencia tan especial del Espíritu Santo en mi vida, que nunca olvidaré esa fecha, ni tampoco podré olvidar que el Espíritu Santo es esa persona real que mora en las entrañas de cada uno de nosotros y que desde ese día, de manera más consciente, lo experimento en cada amanecer y en cada anochecer, en las tardes y en las mañanas, en todo momento y en todo lugar.

Esta experiencia de Espíritu Santo que inició desde el bautismo, que se hace vida de manera más consciente en éstos momentos ha sido para mi y para mi familia el regalo más grande que hemos podido recibir y que tú también puedes recibir.

Quiero iniciar ésta experiencia de escribir algunas reflexiones y vivencias, porque no puedo dejar de proclamar por todas partes y en todo momento que la Gracia de lo alto nos protege siempre y que conocer más profundamente al Espíritu Santo vale todo el oro del mundo.

Ese día maravilloso de septiembre, estando en la habitación de mis hijos alabando al Señor, expresando mil aleluyas que salían de mi alma, expresando un inmenso deseo de conocer más profundamente al Señor y diciéndole que lo amaba, vino a mí una presencia maravillosa que me cubría envolviéndome en una brisa suave que rozaba apenas mi piel; supe en este momento que el Espíritu Santo es real, experimenté que estaba dentro de mi y que verdaderamente me llevaba a amar y a conocer más a Jesús. Sentí una compañía que no había sentido jamás; había pasado mañanas que me despertaba con temor, a veces angustiada o triste, pero a partir de éste momento, el Dios del cielo empezó a hacer de mi una persona más tranquila, más confiada, porque sabía que estaba descansando en el regazo de mi Padre del Cielo.

No quiero decir que antes no creía en Dios, porque desde los trece años, observando una linda flor, sentí que alguien muy especial estaba detrás de toda la perfección de la creación y desde ese día empecé a amar a Dios y a servirlo de la manera como Él mismo iba guiando mi vida; solamente que hoy es una fe basada más en la confianza que en el temor, una fe que viene como don del cielo, una fe que aunque sea pequeña, en las manos de Dios se revitaliza y crece y en los momentos que baja, Él mismo se encarga de salir al encuentro para abrazarnos nuevamente. Es un Dios tan bueno que no hay manera de describirlo, solo de experimentarlo en los momentos de intimidad.

Me alegra poder iniciar éste blog que está para compartir reflexiones o vivencias sencillas, con ésta vivencia trascendental en mi vida y que seguramente también has experimentado o anhelarás experimentar. Basta que dispongas tu corazón y pidas diariamente Espíritu Santo, basta que digas !Ven Espíritu Santo! con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con todo el ardor de tu corazón y Dios mismo se revelará en tí porque se quedó morando en tu corazón y está allí desde siempre y para siempre.

Quédate en un silencio profundo y sencillamente manifiesta tu amor a Jesús de manera reposada.