Fue increíble como resultamos los tres esquiando en la montaña, subimos muy temprano con nuestros atuendos para el frío,  empezamos a ascender lentamente, a contemplar la naturaleza propia del páramo,  y a entrever algunos arbustos pequeños al lado y lado del camino, la verdad es que no nos daban ganas de pronunciar palabra alguna, cada uno iba absorto en el paisaje, solo tomar algunas fotos para recordar la aventura de subir a la montaña y ver la belleza natural que estaba a pocos kilómetros de la ciudad. Ascendimos solo 2.500 metros y ya empezaba a verse el blanco brillante que cubría la cima, se tornó tan brillante con los rayos del sol que era un espectáculo totalmente maravilloso.

 Estar en la montaña da la sensación de estar más cerca de Dios, el verla tan alta y tan bella invitaba a adorar, a hacer un silencio profundo que irrumpiera en el silencio de Dios. En el silencio hay presencia, en el silencio se puede contemplar de manera clara la pequeñez de la criatura humana y la grandeza de nuestro creador.

Celebramos la subida, la explicación dada por el profesor que nos enseñó el arte de esquiar y la práctica para hacerlo, no es fácil pero es divertido, máxime cuando se está sumergido en contemplar la grandeza de Dios.

Cantamos el cumpleaños de Mauri, oramos por bendición espiritual para su vida y agradecimos a Dios, habernos permitido ascender contemplando su obra. Grandes son las obras de Dios y grande su omnipotencia.

Cuando puedas subir a la montaña y desde allí contemplar silenciosamente la grandeza de Dios, bajarás con más regocijo a servir a los tuyos, bajarás con el alma henchida de amor y podrás avanzar con paso firme y con la mirada profunda en la eternidad.

Puedes subir a la montaña todos los días, cuando te sumerges en una oración contemplativa, cuando fijas la mirada en la profundidad de su mirada, cuando te postras ante Él y le adoras, puedes experimentar el mejor de los ascensos, el ascenso a las profundidades eternas y a las alturas misteriosas de su Reino. Los salmos te ayudarán a disponerte para ascender todos los días, cada palabra de las Escrituras te permite ascender cada vez más en la dirección del Espíritu y de ésta manera todo tu ser se vigoriza de una manera tan especial, que no te cansas nunca de contemplar esas delicias celestiales, al contrario, cada vez las buscas con más anhelo, con más ansias de eternidad.