Una persona que ha salido de la soledad, entendida como aquella soledad que sabe a amargura, a desilusión, a vacío, es una persona que recupera la cordura, la estabilidad emocional, es una persona alegre, una persona de fe, de proyectos grandes de servicio, de una generosidad impresionante, que es capaz de establecer relaciones fraternales con cualquier persona que pase por su camino. Es una persona humilde que sabe aprender de la vida, que va con paso seguro en los momentos de dificultades, es aquella persona orante, que lee la Palabra de Dios permanentemente y que se sabe encontrar en la profundidad del corazón con su amado Padre Celestial, y de la mano con El desarrolla la misión de hacer el bien y dar a conocer a Jesús a muchas personas, empezando por su familia. Sabe apreciar la riqueza del corazón de sus hermanos y lejos de ser conflictivo y buscarse egoístamente, da gracias a Dios por el don de la vida y de la paz, en lugar de buscar conflicto, se entrega con respeto y reverencia a compartir abiertamente todo lo que tiene y lo que es.

La persona que ha salido de esa soledad amarga, es una persona libre, que canta, que contempla, que se perfuma con el amor  e impregna a otros del mismo perfume. Disfrutarás de una soledad nueva, que te llena, es una soledad con el amado, una soledad en su presencia, una presencia de la cual no te quieres salir nunca, es la llenura del amor de Dios, es la frescura del Espíritu Santo que tiene sabor a eternidad, que te envuelve en su gracia y te mantiene en un gozo tan indescriptible, que otros quieren igualmente tener.

Basta pedir Espíritu Santo, basta decirle ven Espíritu Santo, basta que te humilles ante El para que con su presencia maravillosa te invada hasta el alma, guíe tu camino y te fuerzas nuevas en las dificultades. ¿Crees que con él, podrás sentir la soledad que lleva a la tiniebla? Nadie puede sentirse solo si Dios está con El.

La persona que supera la soledad es una persona que sabe afrontar el sufrimiento, no lo sobrelleva, sino que lo lleva con dignidad.

Los Profetas y sabios, deshechos por el sufrimiento, pero sostenidos por su fe, descubrieron el valor purificador del sufrimiento. Descubren que el sufrimiento es una prueba de alto valor, que Dios reserva a sus servidores para enseñarles quien es Dios y lo que se puede sufrir por El. El mismo  siervo de Yavhé, conoce el sufrimiento bajo sus formas más tremendas, más escandalosas, el sufrimiento lo desfiguró hasta el punto de no provocar compasión sino horror y desprecio (Is 53,3). Era inocente, pero ese sufrimiento le permitió, interceder por los pecadores. Entregó un amor incondicional y misericordioso por excelencia. Se conmovió hasta el extremo de dar su vida por cada uno de nosotros; en sus soledades más profundas acudió al Padre y confió en él. Jesús no puede ser testigo de un sufrimiento sin quedar profundamente conmovido con su misericordia divina.

Jesús no suprime el sufrimiento a sus discípulos, El mismo para entrar en su gloria pasó tribulaciones y persecuciones. Si tú eres seguidor de él,  discípulo de él, has de seguir el mismo camino (Jn,15,20), solamente que ya no sufrirás solo , sufrirás en él y con El, con su fuerza y su poder a través del Espíritu Santo, ya correrás la carrera, con los ojos puestos en él, quien venció la muerte. Si sufres con Él, eres glorificado  con El.