De la Violencia a la Mansedumbre

"Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en heredad la tierra"

Texto: Mt. 5, 17-32
Virtud: Mansedumbre, docilidad.
Virus: Violencia, rebeldía.

El manso es el que se deja guiar. El que acata la palabra de Dios es la persona que vive bajo el señorío de Jesucristo.

Si observamos un buey, vemos claramente cómo lleva sobre su cerviz el yugo que mantiene su cabeza hacia abajo, dejándose guiar por el campesino que indica por donde trazar el surco para que quede bien hecho. Igualmente el hijo que acata a su Padre, se somete amorosamente a Él y se deja guiar por su palabra y por su Espíritu, que lo conducirá por senderos seguros y le permitirá gozar de todos los dones y bendiciones que el Padre da a quienes lo obedecen.

Él dijo en su palabra: "Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón, llevad mi yugo sobre vosotros, porque mi yugo es fácil y mi carga ligera".

"¿Quién es más manso si no tu siervo quien tiembla ante tu palabra?" El manso es el que sabe esperar en Él, en su palabra y a la vez es dócil al Espíritu de Dios. El Espíritu del Resucitado, a través de la Palabra, es quien puede transformar ese corazón rebelde en un corazón dócil. Irás dándote cuenta que entre más te sumerges en el río de su espíritu y de su Palabra, más te quieres dejar llevar por su amor, un amor que cautiva, que enamora.

Los virus que impiden disfrutar la bienaventuranza son: la rebeldía y la violencia.

El rebelde es opuesto al manso; el que reacciona con cualquiera de las formas de violencia es totalmente opuesto a ser como Jesús, y el que no es como Jesús no es feliz. El manso es el que tiene el control de si mismo, es el que tiene las riendas de su vida y sabe parar a tiempo, sabe detenerse. El rebelde no tiene el control de sí mismo, no se quiere dejar guiar, se vuelve violento, saca su propia miseria y reacciona con indiferencia, con enojo o injuriando a su hermano.

El manso obedece, no se acalora, se domina; el rebelde se enoja, grita, se acalora. El que está centrado en Dios tiene fuerza para dominarse.

Formas de violencia

Además de la violencia física encontramos las siguientes cuatro formas, según Mateo 5, que causan grandes daños y dejan heridas más profundas: enojo, insulto, injuria y adulterio.

El enojo

Podemos preguntarnos ¿Con quién estás enojado hoy, con quien estás siendo indiferente? ¿A quién estás despreciando? La indiferencia es una forma de violencia. Con el hecho de enojarte con tu hermano, con tu amigo, con tu vecino ya lo estás agrediendo e hiriendo sus sentimientos. ¿Cuántos muertos cargas dentro de tu corazón, cuántos ya has borrado de la lista y hoy los ignoras como personas y más grave aún no los amas como hermanos?

El Insulto

Insultas a tu hermano, a tu hijo o hija cuando le dices: eres bruto, no sirves para nada u otras palabras que niegan su dignidad. Lo único que haces es lastimar su inteligencia, decirles cabeza hueca, ofender la mente de tu hermano. Cuántos hombres han ofendido a su esposa y a sus hijos, cuantas mujeres igualmente han maltratado a sus esposos o a sus hijos o a personas amigas. Los gritos y las palabras cargadas de veneno en muchas familias son el pan de cada día. Que nuestro lema diario sea: "NO MÁS GRITOS, NO MÁS PALABRAS FEAS".

La Injuria

Es la impiedad religiosa, la injuria, es juzgar la fe, la buena intención, la espiritualidad. Es cuando dices: ¿acaso no eres tú quien va al grupo de oración? ¿Vienes de misa? me río de tus cambios y de tu cristianismo. O el extremo de burlarse del Espíritu Santo y otras cuantas formas sarcásticas que atacan la fe de la persona y ponemos el pie encima de sus principios.

El Adulterio

Jesús presenta el adulterio como una forma de violencia y una prohibición. No solamente dice que "no cometas adulterio" sino que dice que "cualquiera que mira con deseo a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón". La infidelidad es algo tan duro para un hombre o una mujer que hace un hueco en el corazón de quien la sufre.

Cuántos hogares destrozados por la falta de mansedumbre, cuántos hijos con una autoestima por el suelo y una violencia que sale por todos los poros, que roba por completo el poder ser bienaventurados, la alegría de ser felices y poseer la herencia que nos ofrece nuestro Padre Celestial.

Es necesario tomar una decisión: O tú manejas la violencia o la violencia termina acabando contigo y con tu familia.

¿Dónde encontramos el antídoto? Solamente el Espíritu del Resucitado puede sujetar esos impulsos y transformarlos en una corriente de amor. El Antídoto es la Palabra que sale de la boca de Dios. Este es el secreto que hará en nosotros un verdadero milagro.

La Mansedumbre se logra dejándonos fecundar por la Palabra de Dios:

"Así como la lluvia baja del cielo, y no vuelve allá sino que empapa la tierra, la fecunda, y la hace germinar, y produce la semilla para sembrar, y el pan para comer, así también la palabra que sale de mis labios, no vuelve a mí sin producir efecto, sino que hace lo que yo quiero, y cumple la orden que le doy". Isaías 55,10

Si nos dejamos fecundar de su palabra, esta penetrará hasta nuestros huesos, y fecundará nuestra alma haciéndonos criaturas nuevas. Dios llenará de palabras de vida e irá transformando nuestra manera de pensar, y por lo tanto nuestra manera de ser y de hablar. Estas nuevas palabras anularán y desaparecerán el mundo de palabras de muerte que traíamos desde niños.

En la medida en que vamos siendo fecundados por la Palabra, vamos siendo transformados por el Espíritu Santo que da vida nueva. Aparecerá en nosotros una docilidad que no conocíamos y en muy poco tiempo declararás que realmente, no eres el mismo. Será un mundo nuevo, cielos nuevos y tierra nueva donde morará la justicia. Tu familia respirará un aire nuevo, poseerá en herencia la tierra y será feliz.

Para Reflexionar

Hacer una oración para disponerse, examinarse y reconocer realmente qué tanta violencia y rebeldía hay en cada uno. Busca un lugar en donde puedas tener un momento de quietud, para contestar por escrito las siguientes preguntas:

  1. ¿Qué tanta violencia hay en ti? Califícate de 1 a 10, siendo 10 cuando hay demasiada violencia.
  2. ¿Qué tanta rebeldía hay en ti?
  3. Identifica los episodios en que has sido violento o violenta con alguien de tu familia.
  4. ¿En cuáles áreas de tu vida estás actuando con rebeldía?
  5. ¿Cuánto tiempo estás dedicando diariamente a la oración y a la lectura de la Palabra de Dios?

El compromiso es con el proceso de oración individual, en donde dediques al menos 30 minutos diarios para orar a solas y leer la Palabra de Dios.