Del Egoísmo a la Generosidad

"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados".

Texto : Mt. 5, 38-42
Virtud : Desvivirse por los demás.
Virus : Egoísmo.

"Oyeron que fue dicho: Ojo por ojo y diente por diente... pero yo les digo: No resistas a quien te haga daño; al contrario si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra, si alguien te demanda, y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida algo prestado". Mt 5, 38-42

Esta es la Bienaventuranza de la vida, es el punto de equilibrio.

El hambre y la sed son necesidades básicas del ser humano. No puedes decir esta semana o este mes no voy a comer o a beber, la semana entrante o el mes entrante lo haré. El cuerpo va necesitando y pidiendo con ansias un plato de comida y un vaso de agua. Lo mismo ocurre con la justicia.

Jesús centraliza su sermón en la búsqueda ansiosa de la justicia. Buscar la justicia con hambre y sed, con ganas, con ansiedad porque es una necesidad vital. Nos dice: BUSQUEN PRIMERO EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA.

Él es el justo de los Justos. Busquen primero encontrarse conmigo, experimentar mi amor en lo más intimo de su corazón y así podrán establecer relaciones equitativas dando a cada uno lo que corresponde, tratando a cada uno como lo merece, restableciendo la armonía en las relaciones con Dios, con los hermanos y con la naturaleza.

Así como busco la comida, busco la justicia. Buscar la justicia es buscar la vida; no buscar la justicia es buscar la muerte.
Los justos son aquellos que se desviven por los demás, aquellos que buscan relaciones equitativas y solidarias con la familia y con la comunidad. Aquellos que tienen unas ganas impresionantes, desmedidas, desbordantes de servir en el nombre de Jesús.

Es la Bienaventuranza de la solidaridad, de la reconciliación, de la unidad. El profeta Jeremías decía "¡tengo que gritar, tengo que arriesgar, ay de mí si no lo hago! ¿Cómo escapar de ti, cómo no hablar? si tu voz la llevo dentro".

Hacer justicia es dar al hermano necesitado de lo que tú eres y de lo que tú tienes; es buscar condiciones dignas para todos, es reconocer a toda persona como hijo del Padre, como hermano nuestro. Es la vivencia comunitaria del amor.
La justicia es una necesidad vital, es la armonía de las relaciones. Cuando se rompe una relación con un hermano es vital reconciliarla nuevamente y rápido; es necesidad vital estar bien con todos, empezando consigo mismo. Todo el que rompe relaciones con su hermano es como si hubiera matado. El que rompe relaciones con su hermano debe reconstruirlas inmediatamente. La reconciliación es inaplazable, lo mismo que la solidaridad con él. El Señor dice: deja tu ofrenda, reconcíliate primero y luego ve y presenta tu ofrenda al altar.

El evangelio de Mateo es en su esencia el evangelio de la solidaridad; describe cómo en las comunidades de Galilea había muchas necesidades: la gente se endeudaba y no podía pagar, era muy difícil la situación. Se presentaban muchos conflictos que a veces iban hasta el tribunal. Por eso Jesús Íes enseñaba que lo más importante es compartir. Si le pedían la túnica, dice, entregue también la capa; si quieren que camine una milla acompáñalos dos y si alguien te pide dale, y al que te pide prestado, no le vuelvas la espalda. Estaba enseñando el evangelio de la comunión.

No importa entonces que tu amigo te deba; si él necesita, préstale. Si tienes un conflicto con tu hermano, arréglalo pronto antes que sea demasiado tarde y ocurra como en muchas familias, que empezaron por algo sencillo que se convierte a veces en odios, violencia e inclusive muerte. Empieza en un disgusto, se transforma en ira, en odio y terminas eliminando a tu hermano de tu corazón, lo anulas, dentro de ti sientes que ya no existe; su vida no cuenta como persona, ya no significa para ti; ya estás en la ruta del asesinato, murió esa persona en tu corazón.

Cuando comiences a sentir cólera, a entrar en ira, tienes que tomar la decisión inmediata de parar en seco y resolver pacíficamente la situación. Si dejamos salir el león que hay dentro de cada uno, ese "poder destructor" que dice San Pablo, pueden pasar muchas cosas graves. Familias enteras terminan con el alma hecha pedazos porque se pelearon por una herencia después de la muerte de uno de los padres.

Podríamos resumir en tres bloques:

Justicia con Dios: viviendo como sus hijos, imitando su paternidad; El que se reconcilia con su hermano y con la naturaleza está viviendo la justicia porque es darle a cada cual el puesto que merece como hijo de Dios; es permitirle vivir sus derechos y recibir los mismos beneficios de la herencia ofrecida a todos en la cruz.

Justicia con las demás personas: Es necesario que te desvivas por tu hermano, sobretodo por el más necesitado. Reconoce que tú y tu hermano son del reino, son hijos de Dios, son hermanos en la fe, son hijos de un mismo Padre. Son familia y ambos por tanto tienen la capacidad de reconciliarse y resolver hasta los conflictos más grandes con la ayuda del Señor a través de su Espíritu Santo.

Ser justos es dar a los demás lo que les corresponde como hijos de Dios; es ayudar a los más necesitados, y los más necesitados son los que no tienen el amor de Dios en su corazón. La injusticia más grande es que le niegues a una multitud de gente el amor que Dios manda a través de ti. Somos justos viviendo como hermanos, tratándonos como verdaderos cristianos, sin responder ojo por ojo y diente por diente. ¿Si te ofenden, tú ofendes? ¿Si te pegan, tú pegas? Si te injurian... ¿qué haces? ¿Te vuelves vengativo?

Lo más sagrado para un israelita y para nosotros por supuesto, es el altar, el culto, la Eucaristía. Todos los compromisos son cancelados cuando del culto se trata, pero hay algo que el Sermón de la Montaña presenta por encima de todo: la reconciliación con tu hermano. El número uno de tu agenda diariamente es la reconciliación como expresión de la justicia. Es lo más sagrado, es lo prioritario. Tienes que resolverlo ya, tienes que salir corriendo a buscar a tu hermano: "Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos", dice el salmo 133.

Los justos son los que comparten con generosidad, se desviven por los demás, buscan una sociedad más justa, equitativa y solidaria.

Viviendo así la justicia, siendo justo como Él, estás sembrando en la obra de Dios; estás ayudando a construir la justicia sobre la tierra; estás siendo parte del ejército de los líderes servidores y comprometidos con una causa que vale la pena. Apoya con tiempo y recursos la obra en la cual te nutres. ¡Apoya tu comunidad! Multiplica el mensaje del evangelio y comprométete seriamente con tu iglesia católica.

Justicia con los bienes de la tierra: Los bienes de la tierra no son ni míos ni tuyos, son de quienes los necesitan y han de repartirse equitativamente, aprendiendo a cuidar, a compartir, a prestarle al que necesite y a buscar que cada persona tenga lo necesario. No es mi casa, mi carro, sino nuestra casa, nuestro carro, una casa de puertas abiertas. Respecto a los bienes de la tierra es aprender a acogerlos como don de Dios, administrándolos bien, no para nosotros solos sino en función del compartir.

El justo se compromete con la evangelización, da con generosidad sin esperar que le devuelvan; siembra en la obra de Dios apoyando por una parte con recursos espirituales como son oración, ayuno y servicios y por otra parte con recursos económicos, ofrendas y diezmos que permitan la extensión del Reino hasta los confines de la tierra, especialmente hacia los 4.000 millones de personas que no conocen a Jesucristo. Trasciende a través de tu comunidad a otras veredas, ciudades, países donde hay tanta gente necesitada.

Esta Bienaventuranza afecta nuestro bolsillo y nos enseña a ser desprendidos y a comprometernos con Jesús con todo lo que somos y lo que tenemos. Al fin y al cabo todo es de Él y solamente somos administradores de sus bienes.

"Dios bendice al dador alegre".

Arriésgate a construir sin temor proyectos grandes de ayuda, de evangelización, de amor a otros buscando la justicia. Él ya nos dio la recompensa: Murió por ti y por mí en la cruz, resucitó y se quedó en nuestro corazón; desde allí quiere trascender a otros hermanos necesitados.

Si te interesas de verdad por tus hermanos más pobres, Él te saciará totalmente y en todas las áreas. Saciará a tu familia y la llevará a verdes prados y la cuidará por siempre.

El virus enemigo de la justicia es el egoísmo

El virus del egoísmo nos afecta y nos corroe tremendamente y a más no poder nos encarcela en el mundo del individualismo. El enemigo número uno de los justos es el egoísmo que grita dentro de cada uno: "Primero yo, segundo yo y siempre yo; que yo viva bien, que mi familia viva bien y los demás que se defiendan solitos..."

El que tiene una casa quiere tener dos; si el vecino compra un carro él quiere comprar uno mejor y así sucesivamente. Empieza a nacer aquí la ambición. En éste punto puedes empezar a preguntarte ¿Quién realmente es tu dios en éste momento? ¿El placer? ¿El tener? ¿El poder?

El egoísmo no te permite sembrar grandes ideales, no te permite ser generoso y desprendido sino acaparar y acaparar, apegarte a todas las cosas materiales. ¿Qué pasa en una familia donde cada uno quiere lo mejor? ¿Cada uno busca sus propios intereses? No puede crecer la comunión, no pueden crecer el amor ni la felicidad porque Dios es comunión y donde hay comunión hay bendición, hay felicidad.

Los egoístas piensan en su casa, su carro, todo suyo; son posesivos, envidiosos, tienen su seguridad puesta en ellos mismos, en personas y en cosas materiales.

Jesús enseñó la profundidad de esta Bienaventuranza: El rostro del Padre es amor incondicional, es entrega total, es donación.

Si queremos ser felices hemos de dejarnos amar con su amor y con ese mismo amor amar a los demás. Tenemos primero que renunciar a nuestro egoísmo, negarnos a nosotros mismos. Si alguien nos ofende y nosotros hacemos lo mismo, se interrumpe la vida, estamos actuando con la "ley del talión": si tú me pegas, yo te pego; si eres infiel yo también lo soy; si no me das plata yo tampoco; es decir, golpe con golpe yo pago. Si alguien nos hace daño, y nosotros respondemos con la misma agresividad y hasta ganamos el pleito, humanamente nos sentimos dichosos. Pero lo grave es que perdemos un candidato al reino, lastimamos también su alma, anulamos un hijo de Dios. ¿Acaso no es mejor desvivirnos por los demás?

Si respondemos a alguien la bofetada que nos da cuando nos dice una palabra hiriente, una calumnia o una injusticia, nos ganamos un enemigo y es posible que esa persona quede ardida por dentro y renegando. Puede ocurrir que cierre su corazón y que esto le impida conocer el cielo -estamos respondiendo ojo por ojo y diente por diente-, y ocasionando que se rompa la cuerda de la gracia divina.

La propuesta del Señor es: No le hagan frente al que los ofende; paguen bien por mal, y así se sentirá el deleite de la justicia en el corazón y se sembrarán semillas de vida por todas partes; te convertirás como dice Isaías 49, en luz de las naciones, porque estás desviviéndote por los demás.

Jesús NO habla de dejar que te azoten y te peguen injustamente, sino que hables cuando tengas que hablar, haciéndolo con serenidad y paz como Él lo hizo cuando fue interrogado. Acá te habla de que no te canses de hacer el bien y de compartir más de lo que te piden: Si te quieren quitar la camisa, dale también tu capa. No te apegues a nada ni a nadie, comparte sin límites que Él te saciará en todas las cosas materiales y en mil bendiciones más. Sobretodo saciará tu alma con su maravillosa presencia y ya no necesitarás nada más. Serás feliz, plenamente feliz.

No te preocupes por lo que perdiste materialmente si ganaste una persona para Dios. Sé flexible ante las situaciones de crisis y tendrás la tranquilidad de que todo lo que pierdas por el Reino te será devuelto en abundancia en el momento que más lo necesites.

El cristiano tiene que tomar otra opción de vida. Que fácil es decirle “no” a quién busca algo prestado de nosotros; se retirará de nosotros más endurecido que nunca. "Si hay junto a ti algún pobre de entre tus hermanos... no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás tu mano y le prestarás lo que necesite para remediar su indigencia" Dt 15,7-8.

SÍ nosotros somos la esperanza de este mundo, muchos mirarán hacía nosotros; si se acaba la esperanza, aparecerá el desconsuelo, y éste mata la fe. Jesús dijo que más nos vale amarrarnos una piedra de molino al cuello y lanzarnos al mar, que hacer pecar a uno de los pequeños.

Pregúntate si eres una persona con hambre y sed de justicia. Como la cierva busca corrientes de agua, así tu alma busca amar y dar la vida por el Reino de Dios que es Jesucristo. Revisa la situación actual, todo tu entorno familiar y tus amistades y busca que en todos se viva la justicia.

Busca ser justo con tu pareja en todas las áreas: afectiva, espiritual, emocional, física, y en materia de dinero. Asegúrate de no ser tú quien mejor viste en casa. Con tus hijos ten mucho cuidado de no tener preferencias con uno o con otro. Sé especial con todos. Fíjate bien quién de tu familia está pasando aprietos y tiéndele la mano sin que nadie lo note. No le cuentes a nadie.

Sé muy generoso en tu comunidad, en tu parroquia; haz tu aporte con ofrendas generosas. Entrégalo con amor a la obra del Evangelio. Con los necesitados ten un corazón grande. En fin, deja que Dios mismo maneje tu economía.

Promesa para los que tienen hambre y se de justicia

Cuando la justicia es el deseo más profundo del corazón, Él te sacia, así como se proclama en el magníficat que pronunció María: "A los hambrientos colmó de bienes". Como un Padre amoroso, Él sacia la vida de sus hijos sedientos y hambrientos de justicia y les ofrece los mejores manjares. Prepara banquetes exquisitos, habita en nuestro propio corazón, camina con nosotros, sostiene nuestras necesidades básicas cotidianas de cada día y nos garantiza que siempre habrá en la mesa un plato de comida para tu familia, un techo donde recostar la cabeza y un vestido que te abrigue.

Pero ¿con sólo esto seremos saciados? ¡No es esto lo que más saciará tu alma! Lo que más saciará tu alma es el banquete celestial que nos tiene preparado, el banquete de la vida eterna, allí donde compartiremos todos los días y todos los minutos con el más excelso de los amores. Allí donde no habrá llanto ni sufrimiento, sino las más exquisitas delicias de su Reino. ¿No vale la pena pues, sembrar grandes ideales? ¿No vale la pena buscar al Justo de los Justos? ¿Buscar con hambre y sed la justicia? ¿Buscarlo a Él y hacer acá en la tierra su voluntad? ¿No vale la pena desvivirnos por nuestros hermanos más pobres?

Busca la justicia con todo tu corazón y abandónate en la providencia tranquilamente. Siembra la justicia con todo tu corazón en el lugar donde vives, donde trabajas, en la comunidad donde te reúnes y más allá de las fronteras, donde Dios te necesite.

Finalmente: Prepárate para la mejor de todas las recompensas: ¡Estar en la presencia de Dios contemplando su gloria!

"Los justos resplandecerán como luz en el firmamento."

El secreto de la cuarta Bienaventuranza: Ser Justo y ¡Desvivirse por los demás!

 

Para Reflexionar

Busca un lugar en donde puedas tener un momento de quietud, para contestar por escrito las siguientes preguntas:

  1. ¿Estás atendiendo bien tus necesidades básicas? ¿Estás buscando la voluntad de Dios en tu vida?
  2. ¿En qué notas que te desvives por los demás y cómo puedes hacerlo mejor? ¿Cuáles son las manifestaciones del egoísmo en tu vida hoy? Y ¿cómo las vas a superar?
  3. ¿Qué circunstancias de injusticia ves en tu casa, en tu trabajo, en tu comunidad y cómo vas a aportar para sanearlas?
  4. ¿Cómo vives la presencia de Dios en tu corazón? ¿Sientes que Dios sacia tu alma? ¿Qué puedes hacer para quitar los impedimentos?
  5. Haz una acción de Gracias por lo que hay en tu corazón y manifiesta con tus palabras el hambre y sed de justicia que tienes.