De la Hipocresía a la Limpieza de Corazón

"Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios".

Texto: Mt. 6, 1-34; 7, 1-6
Virtud: Limpios de corazón.
Virus: Hipocresía.

Para encontrar la riqueza que se esconde en esta Bienaventuranza es necesario remontarnos al proceso de las anteriores bienaventuranzas: ya has tomado la decisión de ser humilde, ser dócil y permitir que la palabra de Dios te fecunde y te haga sensible y quebrantado; luego permites ser consolado o consolada y optas por ser justo como Jesús y desvivirte por los demás. Luego conociste lo que es el perdón y decidiste perdonar y pedir perdón a quienes has ofendido, y te encuentras hoy en un momento maravilloso: estás limpiando tu corazón de tal manera que Dios puede reflejarse nítidamente en él. Tu vida transparente es como el espejo de Dios: le permites dejar ver la luz de Jesús que hay en ti.

Si quieres disfrutar de esa transparencia de Dios en tu vida, debes buscar desde lo más profundo de tu alma la plena sintonía con Dios, quitando todo doblez o hipocresía que manche tu alma. Cuando tu vida interior se empieza a aclarar, a limpiar, a ponerse en sintonía con Dios, empieza una configuración de Cristo en la persona y un gozo pleno de ver a Dios día a día.

Es un gozo indecible, sientes su maravillosa presencia habitando en tu corazón, en tu alma, en todo tu ser, en todas la personas, en todas las actividades, en toda circunstancia.

Dice la Escritura que a Moisés le resplandecía su rostro cuando bajaba de la montaña porque había visto a Dios cara a cara.

El limpio de corazón quiere ver a Dios, anhela verlo; es como Zaqueo que, siendo bajo de estatura, se sube a un árbol para ver pasar a Jesús. Él no pretendía que Jesús le dirigiera la mirada, menos aún que le hablara, y mucho menos que fuera a su casa. Tan solo quería verlo al pasar. Pero Jesús se detuvo, lo miro y con su mirada le iluminó el corazón, le habló y cenó en su casa. Esto transformó a Zaqueo. La mirada de Jesús limpió su corazón.

La pureza del corazón es por un lado el resultado de la acción de Dios en la persona a través de su Espíritu Santo que vivifica y santifica, y por otro la responsabilidad y la decisión de cada uno de mantenerse limpio de corazón.

Cuando se habla de corazón en la Biblia no se está hablando solamente del órgano físico que bombea la sangre, sino que se refiere a toda la persona, a una base de control de donde salen todas las orientaciones para la vida; se refiere a que es de vida o muerte lo que se está diciendo. Por tanto, la limpieza de corazón en una persona determinará cuan viva o muerta está, aun cuando camine, baile o cante. El corazón visto así armoniza toda la vida intelectual, los pensamientos, el discernimiento, las aspiraciones, las actitudes, la relación con Dios y por esto ha de mantenerse puro como el cristal.

Dios Padre sabía que era imposible que fuéramos felices estando manchados por el pecado; envió a su propio Hijo para que con su sangre y con su Espíritu limpiara totalmente nuestro corazón. Ahí está nuestra lucha interior como la explica Pablo: un poder destructor que quiere someternos a la codicia y al egoísmo, y un poder salvador que nos invita permanente a dejarnos limpiar con el agua del Espíritu, a dejarnos invadir por su presencia y convertirnos así en transparencia de Dios.

La pureza de corazón no debe ser entendida exteriormente sino interiormente: "No es lo que entra al corazón del hombre lo que lo hace impuro, sino lo que sale de él."

Un corazón puro está libre de las tendencias e impulsos que lo llevan a acciones pecaminosas; la única manera como puede librarse de ellas es por la acción maravillosa del Espíritu del Resucitado.

El limpio de corazón busca ver a Dios, y el hipócrita busca ser visto por los hombres. Le quita la gloria a Dios.

El salmo 24 nos muestra claramente cómo esforzarnos en tener un corazón puro y cómo dejarnos purificar por Dios:

"Señor, ¿Quién puede entrar, en tu Santuario para adorar?"

El hombre de manos limpias (acción externa) y puro corazón (intenciones) que la vanidad no lleva en su alma, ni con engaño jura (24,3), esa persona está en la presencia de Dios, está en su santuario, está disfrutando de las más grandes delicias: una profunda e íntima relación con Jesús y al mismo tiempo con la comunidad de hermanos, todos en el corazón del Padre.

El limpio de corazón evita todo lo que sea pecado u ofensa a Dios, se esfuerza por dominar sus pasiones y vivir en gracia y buena amistad con Dios. Es transparente.

PROMESA PARA LOS LIMPIOS DE CORAZÓN: ... VER A DIOS

Esta experiencia de la plenitud de un corazón limpio y puro nos permitirá ver a Dios a través de la acción del Espíritu Santo. El Padre mismo nos da el don de verlo habitando en cada corazón. ¡Es sencillamente maravilloso!

Vemos a Dios en los hermanos, en nuestra familia, en la naturaleza y en la fuerza que nos da en las dificultades; en el consuelo en las enfermedades, en la gracia del discernimiento, en las flores y en el mar profundo; en el amanecer y en el atardecer, en las sendas nuevas que abre cuando no vemos horizontes, en la sanación de nuestra alma adolorida y en el inmenso gozo diario que nos embarga. Los ojos del alma lo contemplan en la altura y la santidad, y
en los humildes y quebrantados de corazón.

Cuando abrimos las páginas de su carta de amor brota su presencia; cuando contemplamos su donación en la Eucaristía sencillamente nos maravillamos, y cuando sus ojos se encuentran con los tuyos en un hermano o en una hermana necesitada se crea una sinfonía nueva de amor. ¿No vale la pena entonces, dejar que Jesús impregne su pureza en la nuestra? ¿No vale la pena renunciar de una vez por todas a cualquier tentación que ensucie el corazón, la mente, los pensamientos y todo el ser?

¿Cómo será la manifestación plena de Dios, como dice la bienaventuranza, cuando venga ese nuevo momento dónde veremos plenamente su grandeza, su belleza, su plenitud?

¿Cómo será cuando nos sumerjamos en el amor sin límites, en la comunión perfecta mirando a Dios sin barreras y permanentemente?

Por ahora deleitémonos y contemplemos con corazón de niños el rostro de nuestro Padre; conozcámosle profundamente a través de su Palabra y estrechémonos con Él en un abrazo eterno.

Conozcámonos también nosotros para poder esclarecer nuestros anhelos más íntimos y hacer una sola armonía con ios suyos. Y así con corazón comunitario podamos experimentar la mirada tierna y amorosa de nuestro Padre celestial. ¿Qué más podemos pedir, si ya lo tenemos todo? ¿Qué más podemos pedir si ya nuestro Padre está contemplándonos permanentemente a través de los ojos de su Hijo?

Hemos visto muchos hombres y mujeres que han tomado la decisión firme de limpiar su historia, sus pensamientos, sus tendencias, sus vicios y sus palabras, y hoy se han convertido en personas transparentes y coherentes que permiten ver sonreír a sus esposas y sus hijos. Cuánto vale esto para ellos mismos, para la familia, para una sociedad necesitada de honestidad, para una iglesia que proclama la libertad interior y para una Colombia que necesita ver a un Dios vivo capaz de restaurar desde las cenizas.

Sólo personas que asuman el camino de la Santidad, viviendo ésta y las demás bienaventuranzas, podrán ser felices verdaderamente y hacer felices a otros. La persona, cuanto más pura de corazón, más cercana a Dios y a los hermanos. Cuanto más puro tu corazón, verás más nítidamente a Dios mismo y lo verás también en tus hermanos.

El virus que ensucia el corazón es la Hipocresía

La hipocresía es una mentira de carácter espiritual.

El hipócrita ensucia el corazón con obras muertas, busca riquezas en la tierra y pretende engañar a Dios con oraciones falsas, le gusta que lo alaben y siempre le está quitando la gloria a Dios.

El que no tiene su corazón limpio no ve a Dios. Es como la persona que tiene puestas unas gafas totalmente oscuras que no le dejan ver el camino; tropieza y cae permanentemente. Es la persona que está muerta y no se ha dado cuenta; es el hombre o la mujer que no permiten que la gracia fluya. Tienen su corazón lleno de pecado, de vanidad, de máscaras. Vive de apariencias, es incoherente y doble. Muestra una cosa por fuera y por dentro piensa y hace otra diferente.

Jesús dejó los secretos para guardar limpio el corazón (Mt.6, 1-24):

La Limosna

No hagan sus obras delante de la gente para que los demás los vean...

El Limpio de corazón hace la voluntad de Dios, su intención es pura y le da siempre la gloria a Dios. No espera que lo aplaudan, ni siquiera que le agradezcan; todo lo hace por Dios, es transparente.

"Cuando ayudes a los necesitados no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente hable bien de ellos... les aseguro que ya con eso tienen su premio". Ellos se contentan con los aplausos de este mundo; pero el limpio de corazón tiene un premio que permanece: la mirada de Dios sobre él, una mirada de Padre que estrecha entre sus brazos al hijo y lo llena de bendiciones que satisfacen todo su ser. "Que no sepa tu mano derecha lo que hace tu izquierda".

Continúa diciendo: "Cuando ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu amigo más íntimo, hazlo en secreto. Y tu Padre que ve lo que haces en secreto te dará tu premio".

La Oración

"Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea... les aseguro que con eso ya tienen su premio". No está pidiendo manifestaciones exteriores sino una actitud del corazón. Nos dice: "...cuando tú ores, Entra en tu cuarto, Cierra la puerta, y Ora a tu padre en secreto, y tu Padre que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio".

El texto nos invita a entrar en profunda oración cerrando la puerta, es decir, físicamente colocados en un lugar de reposo: nuestra alcoba, un oratorio en la casa o un sitio especial apaciguado donde puedas entrar en la presencia de Dios diariamente; y también cerrar la puerta a toda influencia exterior que perturbe la comunión con Dios. Es fundamental orar todos los días con la Palabra de Dios -Biblia en mano- y realizar los pasos de la lectio divina u oración en el Espíritu (Lectura, meditación, oración y contemplación). Desde ese recinto de oración te unes con tus hermanos a través de la oración del Padre Nuestro, sintiendo que no eres tú sólo sino que estás en comunidad.

El texto del Padre nuestro termina diciendo: "Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará a ustedes; pero si no perdonan a otros, tampoco su padre les perdonará a ustedes sus pecados."

La oración comunitaria y litúrgica, especialmente la Eucaristía, debemos vivirlas con este espíritu de interiorización y experiencia íntima con Jesucristo.

El Ayuno

"Cuando ustedes ayunen no pongan esa cara triste, como los hipócritas, que aparentan tristeza para que la gente vea que están ayunando. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Tú cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien, para que la gente no note que estás ayunando. Solamente lo notará tu Padre, que está en lo oculto, y tu padre que ve en lo oculto te dará tu recompensa". Jesús.

El Verdadero Tesoro

"No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder ni los ladrones entran a robar. Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón". El texto se refiere a la ambición de bienes materiales, que no es otra cosa que codicia y egoísmo que no permiten que nuestro corazón se purifique sino que retengamos todo para sí. Por eso sigue explicando que: "nadie puede servir a dos amos porque será fiel a uno y despreciará al otro; no se puede servir a Dios y a las riquezas". El mensaje es muy claro en esta parte: o estás apegado a las riquezas o estás apegado a Dios que es la máxima riqueza; o desocupas tu corazón dándote a otros para que sea llenado por el amor de Dios, o vas tras de riquezas y apegos materiales, pasiones y toda clase de pecado. El pecado ensucia el corazón.

"Allí donde esté tu riqueza estará tu corazón". Si tu riqueza está en el carro, la casa, la beca, las cosas materiales, allí estará tu corazón. Si tu riqueza es Jesús lo tendrás todo, y allí estará tu corazón; allí estará cimentada tu vida sobre la roca y como dice el salmo número uno: "En todo te irá bien".

Abandono en la Providencia

Otra manera de mantenernos con el corazón limpio es buscando primero el Reino de Dios, que lo demás viene por añadidura. Todo lo que necesitamos El Padre ya lo sabe, por lo tanto:

"No se preocupen por lo que han de comer o de beber para vivir, ni por la ropa que han de ponerse... miren las aves que vuelan por el aire: ni siembran ni cosechan, ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre del cielo les da de comer. ¿No valen ustedes más que las aves?... Fíjense como crecen las flores del campo: no trabajan ni hilan... ni siquiera el rey Salomón se vestía como una de ellas. Pues si Dios viste así a la hierba... con mayor razón los vestirá a ustedes, ¡gente falta de fe!. ...Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan". Aquí enfatiza con mucha fuerza el sermón: "por lo tanto busquen primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás se les dará por añadidura". Es decir, que si haces la voluntad de Dios, lo que él te exige, recibirás todo lo que tú necesitas; entonces, ¿por qué te preocupas?

No Juzgar

Una de las cosas en que más enfatiza el sermón de la montaña es en NO JUZGAR.

El que no juzga mantiene limpia su alma; de allí sólo brotan bendiciones para todos; desde allí brotarán ríos de agua viva, Dios mismo siendo el manantial que calma la sed.

"No juzguen a otros para que Dios no los juzgue a ustedes. Pues Dios los juzgará a ustedes de la misma manera que ustedes juzguen a otros, y con la misma medida que ustedes midan a otros, Dios los medirá a ustedes".

Si observas detenidamente cuántos dedos quedan señalando hacia ti mismo cuando tú señalas con la mano a otros, te darás perfecta cuenta que un dedo se dirige a tu hermano y tres hacia ti. Es mucha la vida y la paz que se pierde cuando te mantienes en el vicio de juzgar lo que otro opina, cómo se viste, cómo habla, qué me gustó, qué no me gustó etc. Jesús nos interpela directamente: "¿por qué te pones a mirar la paja que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo?... hipócrita, saca primero el tronco que tienes en tu propio ojo y así podrás ver bien para sacar la paja que tiene tu hermano en el suyo".

El juzgar a otros es tan negativo para todos que hasta nos distrae del proyecto que Dios tiene para nuestra vida. Puede ocurrir que algún amigo viene a ti a hablarte mal de otro amigo o hermano de la comunidad; si le permites que hable mal y tú le escuchas, ya ensuciaste tu corazón; puedes más bien invitarlo a que vaya y le haga la corrección fraterna directamente a la persona y así cuidarás tu corazón.

En un corazón transparente Dios puede reflejar su gracia y hermosura a otros. En un corazón limpio se refleja el rostro del Padre. ¿Cuántos familiares nuestros están esperando el don del amor de Dios? ¿Cuántos hermanos pueden encontrar la verdadera felicidad solamente mirando a un hombre o una mujer limpios de corazón? Hombres y mujeres honestos en sus trabajos, transparentes en su actuar, confiables y coherentes, que llevan su contabilidad transparente, pagan sus impuestos, hacen negocios bajo las normas existentes, responden por sus deudas, etc. Hombres y mujeres libres que no tienen nada que esconder, que no necesitan quitarse y ponerse máscaras según el lugar donde estén o según la persona que tengan al frente, sino hombres y mujeres cuyos rostros rejuvenecidos por la unción del Espíritu puedan mostrar que hay esperanza y certeza de un presente y un futuro de fraternidad y de paz.

"Que mi vida sea transparente -rezaba un alma santa- para que se vea la luz que llevo dentro". La gran misión, la gran evangelización, es llevar dentro esa luz y que esa luz se vea; la luz de Jesús, sus gestos y sus palabras, que se transmita casi sin palabras, que se nos note el bautismo dice el Padre Carlos Valles. Lo importante no es lo que decimos sino lo que somos.

Clama a diario la oración de David: "¡Oh Señor, crea en mí un corazón puro y no apartes de mí tu Santo Espíritu!" Sal 51, 12-13

A esta oración salida del alma, Dios responde:

"Los lavaré con agua pura, los limpiaré de todas sus impurezas, los purificaré del contacto con sus ídolos; pondré en ustedes un corazón nuevo y un Espíritu Nuevo" Ez 36, 25-26.

El secreto de la sexta Bienaventuranza: TRANSPARENCIA Y AUTENTICIDAD

 

TRABAJO PARA PRACTICAR E INTERIORIZAR:

  1. Escribe una oración en la cual alabes a Dios por su santidad, por todos los momentos en que te ha permitido experimentar su presencia.
  2. ¿Qué áreas me pide Dios que purifique en mi vida? Y ¿cómo lo voy a hacer?
  3. ¿Existe pecado oculto? ¿Qué puedes hacer para salir de él?
  4. ¿Cuáles de las actitudes que muestra Jesús en el capítulo 6 de Mateo has tenido y cómo las has ido superando?
  5. ¿A quiénes juzgo con más frecuencia? ¿Cómo me voy a reconciliar con ellos?
  6. Haz una oración de perdón sobre aquello en que no has sido transparente en tu familia y tu trabajo; acude al sacramento de la reconciliación.
  7. Escribe una oración pidiendo al Señor un Nuevo corazón, limpio como el cristal, un corazón como el de Él.
  8. Con ejemplos reales o ficticios explica cada uno de los secretos que Jesús dejó para mantener limpio el corazón.
  9. ¿Qué beneficios se describen, en este capítulo, para los limpios de corazón?