El poder de la oración de intercesión

Por: María Adix Marín V.

“La oración hecha con fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante; y, si hubiera cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder” (St.5, 15-16).

Oramos con confianza en el PadreEl mayor de los problemas en la iglesia, incluso en muchos de los intercesores, es el desconocimiento del poder que hay en la Oración de Intercesión, lo que limita su efectividad. Cuando se tiene la certeza de su poder, la oración fluye en la plena confianza dada por el Espíritu Santo. De esta manera la oración pasa de ser simples palabras lanzadas al viento a ser una Oración de Poder.

El apóstol Santiago en el v.15 nos dice: “La oración hecha con fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante; y, si hubiera cometido pecados, le serán perdonados”. La Fe es la llave que abre la puerta que todo creyente necesita pasar para encontrarse con la fuente de la misericordia, con el corazón generoso del Señor. Es ir en busca del verdadero bien. Orar con fe es similar a la confianza que tiene un niño al tomarse de la mano del papá. Así es el hombre que al esperar el bien de Dios, es invitado a superarse mediante el descubrimiento de que Dios mismo se da en unión con este bien, declarándose dichoso, pues está bajo su cobertura.

 v.16 “Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder”. Dios da su gracia gratuitamente; solo que la da a un corazón puro. Por tanto, todo intercesor debe morir a su orgullo, autosuficiencia, egoísmo, sus ofensas, sus pecados y orar los unos por los otros para que puedan ser sanados y restaurados. La oración continua y con empeño del corazón del hombre justo, pone a disposición un poder tremendo.

Las oraciones del intercesor justo y de corazón puro, llenan las copas en el cielo: “Llegó otro ángel y se puso junto al altar con un badil(* incensario) de oro. Le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono. El humo de los perfumes se elevó delante de Dios por mano del ángel, junto con las oraciones de los santos. El ángel tomó el badil y lo llenó con brasas del altar, y las arrojó sobre la tierra. Entonces se produjeron truenos, estruendo, relámpagos y temblor de tierra” (Ap.8, 3-5)

Orando de esta manera tenemos como resultado:

* La oración del justo sube al cielo.
* Dios la guarda en sus copas
* El humo sube a la presencia de Dios para ser mezclado
* El ángel toma el incensario y lo llena del fuego del altar

El impacto de nuestras oraciones cuando estamos en rectitud delante del Señor es comparable al sonido de los relámpagos, truenos, voces y terremotos.

El Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2634 dice: La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. El es el único intercesor ante el Padre a favor de todos los hombres, de los pecadores en particular (cf Rm.8, 34; Jn. 2, 1; 1 Tm. 2, 5-8). Es capaz de “salvar perfectamente a los que por El se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7,25). El propio Espíritu Santo “intercede por nosotros… y su intercesión a favor de los santos es según Dios” (Rm 8,26-27).

Por tanto, la invitación es para que oremos e intercedamos con fe y perseverancia. Somos familias, iglesia, gobiernos y en general el mundo entero quienes necesitamos del favor de Dios.