“Dios bendice al dador alegre”

2ª. Co 9, 6-12

Desde los primeros hijos de Adán y de Eva aparece ya la práctica de ofrendar parte de sus bienes al Señor, con el fin de reconocer así su absoluto dominio sobre los seres humanos y toda la creación.

En el Génesis se nos dice: “Fue Abel pastor de ovejas y Caín labrador.  Abel hizo una oblación de los primogénitos de su rebaño y de la grasa de los mismos.  Yahveh miró propicio a Abel y su oblación…” (Gn 4, 2-4).

Esta actitud semejante se extendió y llegó a ser norma para quienes obraban de manera agradable a Dios.  Así vemos cómo Abraham dio al  sacerdote Melquisedec”… el diezmo de todo” (Gn 14, 20).

En su sentido literal, el diezmo es la décima parte de todos los frutos adquiridos, que se debe entregar a Dios como reconocimiento de su dominio supremo (Levítico 27,30-33).

El diezmo y los pobres

El diezmo del A.T., tiene una importante orientación también hacia la caridad con los pobres: “El tercer año, el año del diezmo, cuando hayas acabado de apartar el  diezmo de toda tu cosecha y se lo hayas dado al levita, al forastero, a la viuda y al huérfano, para que coman de ello en tus ciudades hasta saciarse” (Dt. 26, 12).

El diezmo en el Nuevo Testamento

Cristo no rechaza el diezmo, pero enseña una referencia nueva: Dar ya no el 10%, sino dar todo por amor, sin contar el costo.  En ninguna de las cuatro veces que el diezmo aparece en el N.T. (Mt 23, 23; Lc 11, 42; 18, 12; Hb 7, 2-9) se nos enseña a guiarnos por esa medida.  La Nueva Alianza no se limita a la ley del 10%, sino que nos refiere al ejemplo de Jesucristo que se dio sin reservas.  Jesús vive una entrega radical y nos enseña que debemos hacer lo mismo.  Él nos da el siguiente modelo:

Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: “Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro.  Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de los que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir”. (Mc 12, 42-44). 

El Corazón Traspasado de Jesús es el modelo de entrega total.  Se entregó hastala muerte en el Calvario, hasta la última gota de su preciosa sangre.  Jesús nos da su gracia para saber dar y darnos como Él se dio.  Todo le pertenece a Dios y somos administradores de nuestros recursos, según el Espíritu Santo, ilumina la conciencia.

San Pablo enseña y vive la misma entrega radical: Pues conocéis la generosidadde nuestro Señor Jesucristo, el cual siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza. (2ª Co 8, 9).

La enseñanza del Catecismo sobre la obligación de ayudar a la Iglesia, #2043:

El quinto mandamiento (ayudar a la Iglesia en sus necesidades), señala la obligación de ayudar, cada uno según su capacidad, a las necesidades materiales de la Iglesia.  La manera en que lo hacen no está definida por la ley.  La medida es el amor y la capacidad de cada uno.

Conclusión

El desprendimiento es recompensado. San Lucas con estas palabras nos presenta la promesa del Señor reservada a los desprendidos de los bienes materiales:  “Yo os aseguro que nadie que ha dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios, quedará sin recibir mucho más al presente y vida eterna en el mundo venidero” (Lc 18, 29-30).

Debe quedar claro que, al no precisar una cuota, la Iglesia no exime de la obligación de contribuir, al contrario, nos enseña que el cristiano debe dar a la medida de Cristo y por amor a Él, según las necesidades de la Iglesia y sus propias posibilidades.  Dar es una obligación y también un privilegio, un gozo, porque es parte integral de nuestra vocación de hacer todo para propagar el Reino de Dios.

Para reflexionar

¿Cómo está tu diezmo respecto a la Comunidad, y en general con la Iglesia y tu compromiso para colaborar en la extensión del Reino de Dios?

Bibliografía

Diezmo, Riqueza y Limosna en la Biblia.  AMS.  www.corazones.org