COMUNIDAD DE HOMBRES Y MUJERES DE FUTURO

MINISTERIO DE FORMACIÓN

GUÍA DE PREDICACIÓN

 

Julio 18 2012

 

Muéstrame qué tan alegre eres y te diré qué tan comprometido estás

 

hermanos míos, alégrense en el Señor (Flp 3, 1): estad siempre alegres (1Tes, 5, 16)

 

INTRODUCCIÓN

Muchas son las circunstancias cotidianas que tanto en el hombre como en la mujer producen un sentir que expresado en el rostro a través de una sonrisa, se le ha llamado Alegría. Por ejemplo la alegría  por haber alcanzado algún logro, ya sea haberse comprado la casa soñada, el auto último modelo, el conseguir el dinero para el pago de la universidad, la alegría expresada cuando su equipo ha ganado, o la alegría cuando se ve a los hijos alcanzar sus metas; la alegría de tener un empleo cuando éste por situaciones diversas había sido esquivo; la alegría de volverse a encontrar con un viejo amigo después de un largo tiempo de ausencia; la alegría que produce cuando se enamora siendo adolescente o cuando se ha perdido la esperanza de encontrar su “media naranja” como popularmente se dice.

Sin embargo, estas actitudes y expresiones temporales nos cuestionan y permiten preguntarse si el reino de la alegría es un algo o un alguien; si está limitado a unas circunstancias externas o es un paraíso del interior del hombre. Una aproximación superficial parecería indicarnos que esta se relaciona con las cambiantes circunstancias de nuestra vida. Si nos pasa algo triste estaremos tristes, si lo que nos ocurre es alegre estaremos alegres. Una visión más profunda nos muestra que la alegría puede desarrollarse como un "valor", si aprendemos a ser alegres, a tomar con optimismo nuestra vida a pesar de las circunstancias, a no ceder al desaliento, hasta los malos momentos servirán a nuestra dicha (Rm 8, 28). Hoy, ya no es tan fácil encontrar la alegría en las personas. De hecho, se ha vuelto más bien excepcional. Todo el mundo suele ser áspero, impaciente, a veces duro y no nos extraña conocer a gente con amargura y rostro disgustado. Esa especie de penosa desesperación que se ve en la calle se ha convertido en algo habitual. Tal vez hoy más que nunca apreciamos a la Alegría como una característica de las personas santas.


OBJETIVO

Comprender el sentido de la alegría como reino en el interior del ser humano con el fin de que su vida cristiana, ya sea familiar, o individual sea fuente en el crecimiento como persona para la sociedad, lugar de encuentro donde se ama a Dios y a nuestros hermanos.

DESARROLLO

Para el desarrollo de esta guía podemos tener como base la lectura de la epístola a los Filipenses, ya que una de las notas características de esta carta universal es la Alegría (1, 18; 1, 25; 2,2; 2, 17; 2, 18; 3, 1; 4, 1; 4, 10). Además podemos usar los dos primeros capítulos del evangelio de Lucas, en ellos se describe una atmósfera de alegría impregnada en cada uno de sus versículos. En esta misma línea el texto de Hechos de los Apóstoles nos describe la alegría en sus diversas circunstancias en la cual cada capítulo nos permite profundizar sobre el significado de la alegría no como un algo, sino un alguien, y ese alguien es la persona del Espíritu Santo. No hay razón para no vivir la alegría (Jn 16, 22), y más aún de no compartirla (Lc 15,9; Hechos 20, 35). También Pablo nos exhorta a estar siempre alegres (1Tes 5, 16).

Para introducirnos en el contenido de esta temática comencemos por decir que etimológicamente la palabra alegría deriva del latín alicer- alecris, que significa vivo y animado. Esta connotación evoca una idea profunda de la alegría, que denota un estado natural, normal, no forzado, del espíritu humano, es decir que no es un simple sentimiento o una expresión emocional que se opone o se complementa por las circunstancias, sino que es un estado profundo del ser humanos incondicionado y libre de toda contingencia.

La más grande alegría es el amor. La alegría como el amor son reinos, no sentimientos producidos por circunstancias. Si tuviéramos que decir que Dios es amor, que Dios es alegría desde la connotación de sentimiento, tendríamos que decir que Dios es un sentimiento porque Dios es amor o Dios es alegría. Sentimientos producidos por la persona del Espíritu Santo, pues son los dos reinos que describe Pablo en la epístola a los Gálatas (5, 22). Pero si damos un paso más afirmaríamos que Dios- Padre nos dio un sentimiento a través de la persona de su Hijo y no sus entrañas. Por lo tanto la alegría como el amor no son sentimientos, sino reinos que se mueven dentro de nuestro ser como semilla capaz de crecer grandemente y dar nidos en sus ramas a otros (Mt 13, 32). El amor como la alegría son un reino, pero a su vez son un misterio de la inmensidad divina que al experimentarlo trae paz, gozo, reconciliación, restauración y transformación, esto es que la alegría exalta al amor. y por lo tanto la alegría que se ve en algunas circunstancias no es alegría, pues si ella depende de lo que se ve deja de ser alegría, ya que lo que uno ve, ¿para qué esperarlo? (Rm 8, 24)

La fuente más común, más profunda y más grande de la alegría es el amor, particularmente el amor en pareja, es decir que la alegría como el amor me compromete, por ello, muéstrame que tan alegre eres y te diré que tan comprometido estás porque el amor como alegría van de la mano, y no son cosas sino personas. En Eclesiastés 4, 12 se dice que más valen dos que uno… ¿Quién no se siente alegre cuando recién conoció a una persona que le gusta? Aún más ¿Quién no ve el mundo diferente cuando se da cuenta de que esa persona, además, está interesada en nosotros? El amor rejuvenece y es una fuente espontánea y profunda de alegría. Ese amor es, efectivamente, el principal combustible para estar alegres. Quien no ama, no ríe. Y es por eso que el egoísta sufre, y nunca está alegre manteniendo una cara de limón, no por lo verde que es la esperanza, sino por lo amargo que puede pasar delante de los demás, cerrados a la generosidad y a la apertura de la mente y el corazón.

¿La alegría tiene valor sin la tristeza? La alegría del cristiano o de todo ser humano no depende la cantidad de objetos y cosas que se tenga porque no es una historia de tiempo, sino dada en la calidad de ser humano que es, pues mientras para algunos su alegría es la profesión, las metas alcanzadas, el dinero que produjo, la casa o el mejor carro que se compró, la empresa que en sus activos creció, para otro mundo de gente la alegría depende de volver a tener libertad, de poder hablar, de tener una vista excelente para poder ver, de tener un brazos para poder abrazar, de tener unas piernas para poder participar en una olimpiada mundial. Son algunos rasgos que podríamos decir si alegría tiene valor sin la tristeza, pues mientras unos lloran porque el dólar se ha caído otros anhelan ver la belleza de cada amanecer con sus ojos o el escuchar los cantos líricos de los pájaros que alaban el despertar o resucitar del nuevo día. Por lo tanto la alegría tiene valor sin la tristeza porque la alegría no depende de lo que veo o de lo que tengo, sino de lo que anhelo y añoro, inquietándome a vivir en armonía con mi creador y el universo. Es simple apreciar si una persona es alegre o no, y la forma en la que ilumina a los demás, es generosa con los demás, y se dispone en bien de los demás: Mayor alegría hay en dar que en recibir (Hechos 20, 35).

La alegría surge de una actitud, la de decidir; cómo afronta nuestro espíritu las cosas que nos rodean. La alegría es un misterio espiritual porque hace parte del misterio, del camino, del hacer de Dios, es decir que algún día podremos vencer con el poder de la alegría. Quien se deja afectar por las cosas malas, elige sufrir y caminará en derrota o siempre su lenguaje será el fracaso. Quien decide que su paz es mayor que las cosas externas, entonces se acerca más a una alegría. Una alegría que viene desde de adentro se aleja del egoísmo, del rencor de la impaciencia, del desvelo, de la tristeza, del encasillamiento, de la soberbia, del dolor, de la angustia, del miedo, de la ausencia, del terror, de la amargura, de la tacañés, de los intereses particulares, y se coloca en una posición de donación, entrega, vida, esperanza, gozo, fructificación, movimiento, compasión, humildad, disposición, desprendimiento, valor y valentía, victoria.

La alegría en la Escritura Bíblica. Si bien hemos puesto bases bíblicas para esta temática, debemos decir que toda la Biblia está marcada por la alegría, puesto que es inspiración del Espíritu Santo y como tal es producto del gozo que se mueve en la historia del ser humano. Los salmistas cantaban y expresaban con alegrías las bendiciones del Señor (112, 1; 119, 1; 118, 24); se danzaba y se movía en su presencia como lo hacía el rey David (2Sam 6, 14-15); también cuando se caía en pecado se anhela no perder este reino de la alegría. David en el salmo 51 (50), 12, expresa que el perder este gozo es perder la vida y el valor de la misma. El pueblo de Israel se llenó de alegría cuando por el poder de Dios caminaron sobre las aguas, Daniel se llenó de alegría del Espíritu cuando se cerraron la boca de los leones. Ana canto de alegría cuando después de ser estéril el Señor le concedió a su hijo el cual llegó más tarde a ser uno de los grandes profetas para Israel. En tiempos de los primeros cristianos, según nos cuentan los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,46), había una característica que llamaba poderosamente la atención de todos: la alegría. No es difícil comprender por qué estaban alegres en esos primeros tiempos. Estaba muy cercano el paso de Nuestro Señor Jesucristo entre ellos. Cuando se reunían en la Eucaristía, algunos de ellos aún tendrían el recuerdo de Jesús bendiciendo el pan y repartiéndolo. También estaban alegres porque habían visto grandes prodigios y eran testigos fieles de las maravillas que había hecho Dios. Ellos, que habían conocido la esclavitud del pecado, experimentaron la Libertad que trajo el Redentor.

La alegría y la alabanza no son otra cosa que estar en acuerdo con el Señor. Por ello, en la persona de María se manifiesta la identidad de la voluntad de Dios. Una identidad expresada en SÍ DE MARÍA, pero también en la alabanza que de ella brota en el Magnifica (Lc 1, 46-55). No obstante la mayor alegría es la persona de Jesús, él es la alegría a fin de que todos aquellos que se acercaban a él no volvían iguales, sino mejores y más felices. En Jesús la alegría era una alabanza para el Padre, pero una oportunidad para todo aquel que reconoció en él la verdadera alegría. Jesús como persona es la alegría, pues él era un hombre pneumatizado, lleno del Espíritu Santo, y como tal producía en cada paso que daba el producto, el fruto del Espíritu Santo. La alegría es un fruto del Espíritu Santo; es un gozo del Espíritu,  pero a su vez es un don un regalo celestial por ser una actividad de la complejidad humana proviene del interior del hombre o de la mujer. Por lo tanto ser cristiano, es ser alegre, y portar la alegría del Espíritu es ser un hijo de Dios en cualquier circunstancia.

Jesús aún en peores momentos supo ser alegre. Recordemos como acogió al malhechor en la cruz (Lc 23, 42-43), es decir que la tristeza sólo cabe en quien ha perdido la esperanza, en quien se siente abandonado. Pero Jesús ni el malhechor se sintieron abandonados. No podríamos hablar de la Alegría sin hablar de la Cruz, porque para el cristiano la ofrenda que hizo el Señor de Su propia Vida por nuestra redención cobra un papel fundamental para nuestras vidas, pues para Jesús la alegría era realizar el proyecto y la voluntad del Padre (Jn 8, 25-30). El cristiano sufre, llora, tiene momentos amargos y siente dolor como cualquier otro ser humano. Sin embargo, encontramos un sentido en nuestros sentimientos de dolor y en nuestras dificultades. Ese sentido está en cargar nuestra propia cruz, y seguir el ejemplo de Jesús que no se descolorizó aún en medio de las circunstancias adversas, del dolor y el sufrimiento. La Cruz, otro gran misterio para el hombre, es un trono de alegría, porque Dios transforma el dolor en gozo, la pena en júbilo, la muerte en resurrección. La cruz nos ayuda a identificarnos con Jesús. Siempre pesa, no cabe duda, pero el amor a Dios puede más que cualquier contrariedad, y cuando ofrecemos nuestra propia cruz amorosamente, Dios las transformará en alegría. Por eso afirmamos con el texto de eclesiástico: No hay que preguntar para qué sirve esto o aquello, porque todo tiene un propósito (39, 21).

 

CONCLUSIÓN 

La alegría es una característica fundamental de la vida cristiana, ya que es una invitación a realizarse plenamente. La alegría no es un sentimiento sino una persona que como Jesús, no se detiene aún en medio de las circunstancias adversas que pueden producirse en la cotidianidad de la misión o del trabajo que estemos realizando. La alegría es un tema que debe impregnar el lugar donde estemos, ya sea nuestra familia, comunidad, vecinos, amigos. No es un sentir pasajero o influenciado por las cosas externas o contingentes, sino por el reino que es alegría y eterno. Es relevante comprender el sentido de alegría como aquella que es auténtica y no efímera sin contradicciones ni utopías. El mejor lugar y ambiente donde podemos ser alegría, no tener, es la familia, la pareja. La alegría y los valores se aprenden en casa y se transmiten a los demás como una forma natural de vida; la alegría como reino es un apostolado convincente de testimonio para que quienes se han concentrado en sus problemas, puedan ahora preocuparse más por los demás disfrutando del amor eterno que se nos ha heredado por el resucitado, pues los hombres y las mujeres que no son alegres envejecen prematuramente.

 

TALLER

Para el taller podemos usar los textos bíblicos anteriormente citados.

  1. ¿Cuál es el fundamento de mi alegría? ¿Es el Señor Jesús este fundamento?
  2. ¿Cuáles son mis mayores dificultades para vivir una alegría auténtica?
  3. ¿Qué cosas concretas puedo hacer para crecer en la auténtica alegría en medio de los desafíos cotidianos dentro y fuera de mi familia?

 

ANEXO

CARACTERÍSTICAS DE UNA FAMILIA EN EL REINO DE LA ALEGRÍA

Para comprender qué es el reino de la alegría la podemos comparar con el dolor. El dolor, generalmente tiene causas externas: un golpe, un acontecimiento trágico, una situación difícil. La alegría es al revés, proviene del interior, desde el centro de nuestra alma. Y desde allí, la paz se refleja hacia el exterior: sonreímos, andamos cantando o tarareando una tonadita, nos volvemos serviciales, esto es nos comprometemos con responsabilidad, pues mayor y poderoso es el que está en ti que en el mundo (1Jn 4, 4).

Vivir la alegría en familia se podría resumir en los siguientes apartes:

  1. Conocerse a sí mismo para aceptarse como es. Muchos conflictos dentro de la familia se originan por no saber aceptarnos a sí mismos. Queremos competir con mi esposo o esposa, por lo que tiene o por lo que esta planeado hacia un futuro. Si me miro al espejo quiero ser como la vecina o el vecino y más aún anhelo los ídolos para parecerme a ellos.
  2. Conocer las cosas que hay a mi alrededor para disfrutarlas sean grandes o pequeñas dándole el valor que merecen. Cuando en una familia se valora y se disfruta lo que se tiene, habrá siempre la posibilidad de surgir como un equipo, y de alcanzar mayores logros sin interesar las circunstancias que se produzcan en caminar cotidiano. Esto significa que lo primero es destacar las cualidades que viene de lo espiritual para alcanzar lo material, ya que si deseamos lo material primero que lo espiritual podremos terminar divididos, y confortados con el desagradecimiento.
  3. Manejar las crisis con optimismo, es sembrar siempre una actitud positiva. Una familia alegre alcanza los mayores metas cuando es madura es la fe y en la lucha de la esperanza, esto que sabe que su mayor logro esta cuando sabe ver en los problemas o dificultades el crecimiento de su vida y el valor de lo que tiene y aún aquello que no se ha alcanzado. y por tanto, se valor el don de la vida.
  4. La atmósfera del amor y de la paz. Donde dos o más se reúnen con un fin yo estaré en medio de ustedes (Mt 18, 19, 20). Ver lo bueno de los demás y compartirlo es ayudar que seamos comprensivos, pero a su vez crea un ambiente de vida unidad, amor y paz en la familia, sociedad miniatura. Una familia que manifiesta el cariño y sienten el gozo de estar juntos, es una sociedad en donde reina la comunicación y el interés del uno por el otro sin propiedades particulares y por lo tanto no sienten los hijos, la ausencia.

Una familia ordenada y sencilla. Una familia en donde se enseñe a disfrutar de las cosas simples de la vida es fuente de alegría para sus miembros. En la familia se aprende a vivir con lo que se tiene, con lo que papá y mamá nos dan; se aprende a disfrutar de una comida todos juntos, de una salida al parque de diversiones, se aprende a ser feliz conviviendo con los hermanos, conversando en familia, etc. En un ambiente familiar de serenidad, orden y alegría, todo esfuerzo se aligera, los deberes familiares no se ven como una carga sino como una entrega gustosa en beneficio de nuestros seres más queridos y cercanos. Y por lo tanto la generosidad, el amor y comprensión son la vitamina de diario vivir.