COMUNIDAD HOMBRES Y MUJERES DE FUTURO 

MINISTERIO DE FORMACIÓN - GUÍA DE PREDICACIÓN

Septiembre 5 / 2012

 

DÉBORA, TODA UNA LÍDER EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

(Jueces 4-5)

 

Objetivos

Al finalizar los asistentes habrán logrado, a través de la Palabra del Señor y de la experiencia de la mujer en la historia de la salvación:

 

 

Introducción

Antes de empezar a desarrollar la reflexión sobre el tema de la mujer, conviene aclarar que no se trata de caer en un orden feminista, sino que se quiere dar lugar al significado de la mujer en la historia y en los diferentes escenarios sociales, que por largos tiempos le fueron arrebatados. No se quiere entrar a polemizar ni a rivalizar con las acciones y diferencias con el ser varón, sino, alcanzar elementos que nos ayuden a descubrir la grandeza de lo que Dios ha creado para conducir la humanidad.

Si bien es cierto que en los contextos de la Biblia parece predominar una tendencia masculina, por las costumbres que en las sociedades o pueblos orientales se mantenían, poniendo a la mujer en una realidad secundaría, también es verdad que a lo largo de la historia de Israel, Dios levantó también mujeres con una personalidad admirable para conducir a su pueblo hacia la victoria. Ester, Rut, Ana, Judit, María Magdalena, Marta, y por supuesto María, la Madre y discípula de Jesucristo, son personas que ocupan un lugar importante en el momento de reflexionar en la Palabra de Dios y en el reflejo de lo que debemos hoy nosotros ser para madurar en el carácter de ser testigos del Reino de Dios.

Contenido

Para profundizar el texto del Antiguo Testamento sugerimos tomar los siguientes textos: Gn 3, 15; Proverbios 31, 10-31; Lc 1, 26-38; 2, 21-38; Apocalipsis 12, 1-18.

Cuando murió Josué, el pueblo de Israel carecía de un liderazgo o de un jefe que condujera con un gobierno común. En efecto, el pueblo de Israel entra en una etapa de desunión y anarquía (caos, desorden, confusión). Los desordenes y desastres originaban intranquilidad. Empero, Dios que no abandona por completo a su pueblo, levanta de cuando en cuando a líderes con un carácter enérgico que lograba imponerse ante las adversidades y situaciones que afectaban a las familias del pueblo de Israel. A estos jefes que surgían en el Antiguo Testamento se les llamó tradicionalmente, Jueces o caudillos de Israel.

En los relatos sucesivos del libro de los jueces aparece una líder llamada Débora esposa de Lapidot, con una personalidad fuerte que arrastraba hasta al más miedoso a ser un gran guerrero. Su entusiasmo y alegría transformaba el carácter de los débiles en verdaderos valientes. Su discernimiento profundo y claro, hacía que se examinara los pleitos entre la gente (Jueces 4, 5). Daba consejos,  interpretaba situaciones difíciles y planeaba estrategias para enfrentar a quienes les atacaban. Débora era una mujer que suscitaba ánimo, pero a su vez contagiaba su fe en el Dios liberador y salvador a todo aquel que se le acercaba.

Débora era una líder y profetisa que surgió en medio de algunas situaciones de adversidad y circunstancias críticas del pueblo de Israel. La nación estaba siendo atacada por el poder de Jabín o Jéber, un rey cananeo que gobernaba en la ciudad de Azor. El jefe de su ejército se llamaba Sísara… (Jueces 4, 2). Es Débora quien al ver estas situaciones toma la iniciativa, mandando a llamar a Barac, jefe militar del pueblo de Israel para que tomara conciencia de la Palabra del Señor y de ir a combatir, a hacer frente al enemigo para vencerlo. Barac en una actitud pusilánime, no se había atrevido a hacerlo, porque le temía al ejército cananeo. Y es Débora quien con su ánimo y personalidad ayuda a Barac a reflexionar sobre su tarea y responsabilidad, no sólo con el mandato del Señor, sino además, con el pueblo (Jueces 4,7).

Barac, casi obligado accede a cumplir el mandato del Señor y sigue las instrucciones de Débora, pero con la condición de que sea ella, la mujer que le acompañe para llevar a cabo la misión de vencer a Sísara (Jueces 4, 8). El carisma de esta mujer traerá la victoria al pueblo, y se levantará un himno, como aquel que levantó Moisés y su pueblo cuando pasaron por el Mar Rojo, como acción de gracias a Dios. Este cántico relata las reacciones del Pueblo frente al enemigo e invita a descubrir la acción de Dios en su realidad, aún en los tiempos difíciles o de vientos contrarios para nuestra existencia familiar, personal y comunitaria: No había jefes en Israel; no los había, hasta que tú surgiste, Débora…Levántate Débora, Levántate; levántate, ponte de pie entona un canto;…(Jueces 4,7.12).

En esta línea de ideas es importante subrayar el valor fundamental de la mujer en la sociedad y en la historia humana. Las mujeres, en el buen sentido son “peligrosas”, tienen un poder influyente para establecer el Reino de Dios en la tierra y en los diferentes ambientes de nuestra vida. La mujer, cuando se levanta y toma la iniciativa, aún frente a situaciones y problemas supremamente difíciles, es victoriosa y de alabanza. Cuando ellas se levantan y cantan, oran por sus hijos, por sus esposos, por la iglesia, por la humanidad, nadie puede hacer nada.

Es en la mujer donde se forman los grandes líderes, ministros, reyes, gerentes, ingenieros. Es el caso concreto de la Virgen María, que en su vientre formó al Hijo de Dios, el Señor Jesucristo, salvador y Señor de todo el Universo. Dentro de la mujer hay o existe un poder otorgado por Cristo para traer si es, posible a un país a los pies del Señor. Por ello, las palabras que se usan para agredir a la mujer, como el sexo débil, sólo es una manifestación de orgullo, soberbia, prepotencia o de impotencia, pues la mujer es tremendamente poderosa cuando está unida a la gracia del Señor (Apocalipsis 12, 13-18).

Las mujeres son verdaderas guerreras. Una identidad que desde la persona de Jesucristo ha tomado un nuevo aire, porque ya no es la mujer un ser en segundo plano, sino que puede actuar en las mismas condiciones del varón. Ella puede actuar conforme a lo que cree, y si ella cree en el Señor, es invencible: no cierra sus ojos para verse ella misma, sino para ver al Dios en quien ella, ha puesto su confianza para darle después la Gloria y la Alabanza (Jueces 5)

La mujer es la vida, el cimiente y la fuerza en toda comunidad y familia. Dios que reparte sus dones no tiene diferencias entre el hombre y la mujer. Así como el Espíritu Santo se derrama en los varones se derrama con poder en las mujeres. Por eso, ellas son también mujeres del Espíritu con la gracia de desmontar y de combatir el mal que ataca a las familias a los hogares al país, a la sociedad, sacando a la luz la verdad, la justicia y la libertad.

Las comunidades, las familias o cualquier ambiente o institución no son un monopolio masculino. El antifeminismo que en algunos sectores humanos se manifiesta sólo trae como consecuencia, desvalorizar la creación digna de Dios. La labor de la mujer es de gran competencia, porque ella es también carisma del Señor.

El papel de la mujer, por lo tanto, en los diferentes escenarios de vida humana no se puede reducir al hogar. La mujer en la sociedad constituye la mitad del género humano. Tiene ella, el derecho de encontrar en la persona de Jesucristo una voz liberadora. La mujer merece todo el respeto del varón, ya que sin ella desaparece la madre, la pureza, la vida, y con esto desaparece la familia. La mujer se festeja, se idealiza y se venera en el papel de madre y de esposa, pero también en el papel relevante de ser imagen y figura espiritual combatiente contra todo mal y poder que va en contra de la vida y de la persona de Jesucristo.

Así, como Débora y María no cerraron los ojos a la realidad de su familia y de su pueblo, sino que pusieron su fe en manos del Señor y de las promesas de Dios, confiadas e impulsadas por el Espíritu, proclamando y alabando sus grandezas, hoy la iglesia, las familias, las comunidades necesitan de nuevas Déboras y de nuevas Marías que se levanten para animar a otros que se encuentran en situaciones adversas o difíciles. Mujeres que se lancen al combate para derribar todo aquello que se opone a la obra de Jesucristo. Que su entusiasmo, alegría arrastre a otros a los pies del Señor. Que su fuerza de corazón las haga testimonio de vida y de esperanza; de gozo y de libertad.

La mujer está llamada a ayudar al hombre en su caminar, a fin de que su fe no sucumba, y por el contrario se desarrolle y crezca. También la mujer como educadora y formadora está llamada a ser la trasmisora de los valores y de los principios en la familia. Ella tiene la gracia y el poder de ser columna para que la familia no desfallezca ante el mal o ante los enemigos que quieren derribarla. Sin familia no habría continuidad ni fidelidad a las tradiciones y a las costumbres espirituales. Éstas se desmoronarían, pues sin la sabiduría de la mujer, sin la fuerza de su corazón no habría fruto y vida feliz plena (Proverbios 4, 4; 23,12).

 

Conclusiones

Para algunos sectores de sociedad, comunidad y de iglesia, las costumbres espirituales son cosas de mujeres. Sin embargo, esta expresión sólo marca un tinte machista que responde a una realidad incuestionable de los varones frente a la responsabilidad que se tiene por construir el Reino de Dios. Pero, también vemos el lado positivo, el papel de la mujer como influyente en la espiritualidad del hombre y de la familia. Barac, sólo iba al combate si Débora iba con él. El respaldo de la mujer en las actividades diarias del hombre es poderosa y valiosa porque reactiva la fe y la decisión del hombre en la propuesta del Señor. La mujer buena y de alta espiritualidad es una bendición para la comunidad, para su esposo, para sus hijos[1]

 

Taller

  1. ¿Cómo es mi actitud frente a las situaciones difíciles de mi existencia y, más concretamente en mi familia con mis hijos, mi esposo(a)? ¿Son de fracaso, victimismo o de entusiasmo, alabanza y decisión?
  2. ¿Qué estrategias he utilizado para proteger el buen ambiente de mi hogar? ¿Lleno de alegría y de alabanza mi hogar sabiendo que el poder de Dios se está moviendo en él?
  3. ¿He aprendido a descubrir la acción de Dios en los acontecimientos adversos de mi familia? ¿Cómo los descubro?


[1] ESTRADA, Hugo. Personajes del Antiguo Testamento. Centro carismático Minuto de Dios. Colección Iglesia Nº 53, Bogotá 1987. Pág. 60