Fundación Hombresy Mujeres de Futuro

Guía de Predicación

Noviembre 4 de 2015

¿Está Dios en tu plan de vida?

Mateo 6, 10

 

Objetivo:

Reconocer que muchos de nosotros no contamos con el Señor al elaborar nuestros planes o proyectos porque estos planes están lejos del plan de Dios para nosotros y que sólo acudimos a Él cuando nos vemos en una crisis o cuando las cosas no salen como lo esperamos.

Introducción

Dios tiene un plan para cada uno de sus hijos y éste es la salvación de todos nosotros. “Dios quiere que todos los hombres se salven” (1° Tim 2,4). Esto lo sabe todo cristiano y ese es precisamente su anhelo, hacer propia, aceptar la salvación de nuestro Señor Jesucristo, por eso el creyente ruega diciendo: “Hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo” Mt 6,10. Mas no es así como vivimos nuestra cotidianidad, generalmente estamos haciendo planes o proyectos y casi nunca contamos con el Señor para ello, no le preguntamos si es Su voluntad o si ese proyecto nuestro entra dentro de su plan para nosotros, dentro de su pan para nuestra salvación. Rogamos para que se cumpla nuestra voluntad y no la de Él.

Desarrollo

Todas las manifestaciones de la voluntad divina a lo largo de la historia se reúnen en un maravilloso plan, un designio de sabiduría: Dios no quiere que ninguno de sus hijos se pierda, sino que se convierta y se salve. El creyente, pues, debe conformarse interiormente con la Voluntad de Dios (que Su voluntad y la del creyente sean una sola)  y cumplirla libremente, suscita por parte del hombre una respuesta, inicia un diálogo.

Es de mucha importancia que recordemos continuamente nuestra criaturalidad, de esta forma nos sabremos totalmente dependientes del Padre creador. Sin embargo, el ser humano con sus ínfulas de autosuficiencia e independencia, individualidad y soberbia, se ve tentado a rebelarse como lo hizo Adán, entonces la Escritura volviéndose a la imagen del alfarero que dispone a su voluntad de la arcilla, recuerda al creyente su radical dependencia como criatura.

San Pablo en su carta a los Romanos 12,2 nos dice que la voluntad de Dios es buena, perfecta y agradable, si en verdad creemos la Palabra, le creemos a Dios, entonces ¿a qué le tememos?

Muchas veces nuestros planes tienen que ver con una cierta “realización” o con obtener éxito, con conseguir dinero y es por esto que casi nunca tenemos en cuenta a Dios para realizar estos proyectos. Tales planes no son, por sí mismos, malos o dañinos para el creyente, lo que no está bien es creer que ahí está nuestra felicidad, que logrando eso es que vamos a cambiarlo todo. Dice la Palabra del Señor que Él ya sabe todo lo que nosotros necesitamos, mucho antes de que se lo pidamos.

Si nos enfocáramos más en pedir la voluntad de Dios para nosotros viviríamos mucho más tranquilos sabiendo que es Él el que nos va guiando y que todo lo que sucede en nuestras vidas pasa por alguna razón. Las respuestas del señor siempre son cara a la salvación de cada uno.

Debemos aprender a discernir la Palabra de Dios y así todo creyente vivirá mucho más confiado de la mano del Padre que lo ha creado, que tiene un plan perfecto para él y por esto ha designado a su Hijo Jesucristo para que lo salve.

Para discernir la voluntad de Dios no basta con conocer la Palabra, hay que adherirse a la Persona de Cristo, lo cual no se puede sino por el Espíritu Santo dado por Él mismo. Ese mismo Espíritu hará la obra del querer de Dios en nosotros, por eso sí es posible hacer la voluntad de Dios, no somos nosotros es el Espíritu Santo quien lo hace.

Si estamos adheridos a Jesús, si le creemos a Él y a su Palabra no tendremos que temer nada. Pondremos en práctica su Palabra y estaremos haciendo la voluntad del Padre que fue lo que hizo Él durante todo el tiempo que vivió encarnado.

Conclusión

El plan de Dios para nosotros es la salvación y nos la dio por la pasión, muerte y resurrección de su Hijo unigénito y nos ha dejado una Ley, una carta magna que nos muestra cómo vivir el gozo de esa salvación, su voluntad que es buena, perfecta y agradable. Discerniendo esta carta el Padre nos muestra cuánto nos ama y nos está pidiendo que de igual manera amemos nosotros a nuestros semejantes, sin distingo de raza, credo, estrato social, postura política, etc. Esto es absolutamente posible por la acción del Espíritu Santo que está vivo y operante en cada uno de nosotros, no por nuestras acciones o esfuerzos, la salvación ya nos fue dada, nosotros no podemos añadir ya nada, sólo nos queda aceptarla y vivir como salvados.

Así las cosas sólo nos restan decir, clamar, desde el fondo de nuestras entrañas:

¡Ven Espíritu Santo de Dios!

 

Taller

 

Bibliografía

Diccionario de la Biblia, Xabier Pikaza

Vocabulariio de teología Bíblica, X. León Dufour.