COMUNIDAD HOMBRES Y MUJERES DE FUTURO
GUÍA DE PREDICACIÓN

Junio 29 - 2016

CUÍDATE  DE TU ACOMODO, TE IMPIDE SER MISERICORDIOSO

Lucas 6, 24-26

OBJETIVO

Comprender el sentido de los “ay”  de Jesús para tomar conciencia de los bienes que Dios nos ha dado, como don para compartirlos en las diferentes circunstancias del quehacer cristiano, cerrando el corazón a la malaventuranza y abriéndose a la acción de la misericordia del Padre.

INTRODUCCIÓN

Tener un corazón misericordioso dejando que Dios actúe en nosotros y de nosotros hacia los demás, sirviendo y siendo generosos, recibiendo paz y alegría es la actitud a la que está llamado el discípulo del Señor. Una actitud en la que se toma conciencia de que todos somos importantes y estamos en estrecha relación en nuestra existencia, de manera que los unos no existen sin los otros, y por ende todos están llamados desde sus condiciones sociales y comunitarias, espirituales y personales a compartir antes que pretender poseer, convirtiéndose en obstáculo para que el otro surja, crezca y descubra la misericordia del Padre.

DESARROLLO

La contraposición de las bienaventuranzas en el evangelio de Lucas son las malaventuranzas o los llamados “ay” (lamento), acciones que la persona asume desde un corazón que quiere mantenerse por encima de los demás, un corazón “patrón” que está al acecho de los discípulos del Señor, pero que no contribuye al proyecto de Dios y a la práctica de la misericordia del Padre. Miremos qué acciones impiden actuar con misericordia:

a.    Lucas 6, 24-25: Había ricos y pobres, había discriminación contra los pobres por parte de los ricos, discriminación que marcaba también la estructura del Imperio Romano. Sin embargo, no hay peor rico que el pobre que se ha enriquecido, pues los dones y los carismas, los talentos y las habilidades son para compartirlas, no para guardarlos o pretender ser dueños de ellos, poseyéndolos, excluyendo a otros.

“¡Dichosos vosotros los pobres!” y “¡Ay de vosotros los ricos!” mueven a los que escuchan a hacer una elección, una opción a favor de los pobres. En el Antiguo Testamento, muchas veces Dios pone al pueblo delante de una elección de bendición o maldición. Al pueblo se le dará la libertad de escoger: “Yo te he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, por tanto, la vida para que vivas tú y tu descendencia “(Dt 30,19). No es Dios quien condena. Es el pueblo mismo quien escoge la vida o la muerte, depende de su posición delante de Dios y de los otros.

La condición humana no cambia, nuestra naturaleza es así: somos buenos y a veces malos, la vida es un vaivén de bien y mal; de luz y tinieblas; de mentiras y verdad; de alegría y de dolor; de amor y olvido, de esperanza y desesperanza, de llanto y risa, de pecado y virtud, de esfuerzo y cobardía, de rencor y perdón, de cobardía y entusiasmo, de fracaso y triunfo, entre lo que se quiere poseer y se decide compartir, que casi siempre no es lo mejor, sino de aquello que sobra.

La vida es como el péndulo de un reloj, va y viene. Va de un extremo al otro; esta condición será para siempre, mientras haya solo la necesidad de ganar para sí sin pensar el otro, de buscar la opulencia sin querer entregar nada. Es claro que la bondad de Dios, la gracia del Espíritu Santo, la redención de Cristo, no cambian este ir y venir. Si el péndulo de nuestra vida está en el bien, la gracia y el Espíritu Santo, nos sostendrán; pero nuestra vida no deja de ser un péndulo y volveremos al mal, y entonces la gracia y el Espíritu Santo, nos perdonan y nos dan fuerza para que volvamos al bien, y eso lo logramos cuando aprendemos a compartir a ser solidarios sin esperar otra finalidad que hacer felices a los demás.

El papa Francisco ha anunciado el año de la misericordia y dice que Jesús es el rostro de la misericordia de Dios Padre, y estamos llamados a ser signos visibles del amor y misericordia, siendo esa fuente de alegría, de serenidad, de paz y de perdón y nos motiva a perdonar como él nos perdona, a amar como Dios nos ama y a ser misericordiosos como Dios lo es con cada uno de nosotros. Eso es una actitud de humildad en la que se reconoce el don de Dios, y la finalidad por la que hemos sido creados. No para buscar ser protagonistas, sino para alcanzar la mayor gloria de Dios.

Los “ay” son entonces una advertencia no para condenar, sino para tomar conciencia de un mal que el ser humano asume y no se cuenta en el desarrollo de su vida. Es ponerse en guardia contra todo aquello que busca la escogencia de los mejores puestos, marginando a los hermanos, excluyendo a los más preciados de Dios. Ser misericordioso es estar alerta a la escucha de la palabra de Dios, saber tener momentos de silencio donde se pueda meditar la palabra que nos guía, en nuestra familia, comunidades, parroquias y donde quiera que vayamos contemplando la misericordia de Dios y asumirla como propio estilo de vida, compartiendo lo que se recibe, sin escatimar esfuerzo de darlo, a fin de que todos lleguen a la felicidad plena, ofrecida por el Señor. (Las obras de misericordia).

b.    Cómo practicar la misericordia:

1.    Con el dinero: El dinero en sí mismo no es malo, lo malo es cuando lo hacemos un Dios y nos rodeamos de él, es cuando nos destruye y acaba por que nos vuelve egoístas, malos, injustos. El dinero injusto: a base de sudor de los demás, o de sacrificios de otras persona o de hacer las cosas mal, genera desigualdad, paso por encima del otro, las tendencia están en el interior del ser humano,  es cuando se cumple la palabra”Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios.” (Marcos 10,25).Tener cuidado cuando el dinero es la prioridad y la seguridad.

Buscar el dinero por buenas vías haciendo uso debido, ahorrando pero no atesorando, que no sea un obstáculo de vida cristiana de seguridad, si tienes algo compártelo con los demás, porque la felicidad es el poder ayudar, servir, compartir. “Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia.Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.”(2 Corintios 9,6-7).

2.    En el servicio: La inconstancia en nuestro servicio a Dios y el acomodarnos se traduce en un estado de agotamiento, por falta de perseverancia en la oración es que estamos tan incapacitados para nuestro servicio a Dios.

Debemos estar dispuestos a compartirlo todo, nuestro tiempo y talentos, a fin de ayudar a los que estén necesitados. Cuando servimos a los demás, se nos recuerda que nada en esta vida es tan duradero como los vínculos que establecemos con otras personas; y no hay mejor manera de conectarnos con los demás que trabajando juntos por nuestro bien común. Dios tiene el poder para hacer Su obra por Sí mismo, pero Él nos permite ayudar porque sabe que esa es la verdadera felicidad y quiere que la descubramos.

CONCLUSIONES

  1. El año de la misericordia es tiempo especial que Dios ofrece, para enmendar nuestra vida, abrirnos a Dios y que El mismo venga a nosotros y gozarnos de esa bondad.
  2. Dios nos da su Espíritu Santo que nos transforma, nos renueva para que nuestra fe se manifieste en obras nuevas de servicio al prójimo.
  3. La misericordia es alegría y paz es la condición para nuestra salvación, es cuando Dios viene a nuestro encuentro y nos da esperanza de ser amados a pesar de nuestro pecado.
  4. Busquemos la voluntad de Dios para nuestras vidas respecto al dinero: aprendamos a administrarlo bien, ser justos y compartirlo.

TALLER

  1. ¿Qué obras de misericordia practicas?
  2. ¿Siembras en el reino de Dios o para la eternidad?
  3. ¿Cómo administras tus bienes espirituales y materiales?
  4. ¿Has sentido la misericordia de Dios en tu vida? ¿Cómo la vives y la expresas?

BIBLIOGRAFÍA

·         www.ocarm.org/es/content/lectio/6-domingo-tiempo-ordinario

·         http://es.catholic.net/op/articulos/6953/cat/246/la-misericordia.html

·         Biblia de estudio Jerusalén.