Fundación Hombres y Mujeres de Futuro

Guía de Predicación

Mayo 24 / 2017

La vocación del pescador también es la tuya

(Lucas 5,1-11)

Es importante ser discípulos de la Palabra,
antes de ser militantes activos
(Alberto Bobbio)

Objetivo:

Recordar que el llamado que el Señor le hace a Pedro es también el llamado que te está haciendo a ti, hoy. Recordemos que la iglesia es comunidad de testigos del resucitado y nos necesita para continuar su obra redentora.

Desarrollo

Leamos cuidadosamente el texto...

El relato de Lc 5,1-11 gira en torno a una pesca: lo que sucede antes, durante y después. Con este criterio podemos distinguir tres partes:

Valga notar que este texto pone de relieve en cada caso el poder de su palabra.

1. La enseñanza a orillas del lago (5,1-3)

Desde el primer momento Jesús está en el centro de la atención (“Estaba él...”, v.1). Su actividad principal es la enseñanza de “la Palabra de Dios” (vv.1 y 3). Jesús realiza su actividad con una cierta dificultad a causa del gran número de personas, por ello pide una primera colaboración: el uso de la barca de Pedro (después será Pedro mismo). Esta barca se convierte en el púlpito del Maestro.

2. La pesca milagrosa (5,4-7)

Antes de leer la segunda y la tercera escena tomémoslas como una unidad y notemos dos puntos en torno a los cuales se estrecha la relación entre Jesús y Simón:

(1) El poder de la Palabra:

Observemos primero que la persona de Jesús habla solamente dos veces: al comienzo le da una orden a Pedro (v.4) y al final le hace una promesa (v.10). El mandato de Jesús es “a mar adentro, y echad vuestras redes para”, y la respuesta es: Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.  En ambos casos vemos el poder de su Palabra.

(2) Las limitaciones del apóstol:

En medio de todo vemos la acción y la reacción de Simón y de sus compañeros.  También Simón le habla dos veces a Jesús. La primera vez le hace una afirmación: Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes(v.5). La segunda vez le hace una solicitud: ¡Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador!(v.8).  En ambos casos Pedro expone sus limitaciones.

Veamos lo particular de la segunda escena. El episodio de la pesca milagrosa nos enseña cómo es la relación de Jesús con sus colaboradores. 

Como se viene afirmando desde el principio todo proviene de la iniciativa de Jesús y está orientado hacia la experiencia que Simón debe hacer de Jesús. Esta experiencia de Jesús es fundamental en toda vivencia vocacional.  Simón experimenta lo que significa seguir puntualmente un encargo de Jesús. Al ver los buenos resultados de su obediencia a la Palabra poderosa de Jesús Simón cae en cuenta de quién es él frente a Jesús: entiende a Jesús y se entiende mejor a sí mismo. 

De esta manera está en capacidad de comprender que, ante una promesa de Jesús, las capacidades que uno tenga cuentan poco. Pero, atención, como se verá en la escena siguiente, lo mismo sucede con las incapacidades personales, por eso Jesús lo llama después de una noche de fracaso en un trabajo del que se supone que es especialista y a pesar de que después del milagro se ha declarado “pecador”.

Cuando Pedro dice que ha estado bregando toda la noche sin resultados, está diciendo algo fuerte. Cualquier persona que haya vivido o viva aún junto al mar, sabe bien que la noche es el tiempo favorable para la pesca. Ahora que es de día, un tiempo poco apto para la pesca, su conocimiento de la situación le indica que lo que menos debe hacer es tratar de pescar de nuevo.

Pero a esto se contrapone la Palabra de Jesús. Jesús no le da a Pedro ninguna explicación. Todo depende de su Palabra.  No olvidemos que, para Simón, Jesús no es un desconocido. Simón vio el poder de Jesús cuando vino a su casa y curó a su suegra (4,38s).  Por eso tiene motivos para confiar en la Palabra de Jesús, no importa que ella (la Palabra), esté ordenando cosas que aparentemente no tienen esperanza o cosas que aparecen absurdas según la experiencia humana.

El discípulo y apóstol de Jesús es una persona que sabe confiar y apoyar su vida en la Palabra de Jesús.  Esto lo demuestra la pesca abundante.  Parece que las redes está a punto reventarse. Es más, ambas barcas están tan cargadas que se exponen al hundimiento.

3. La vocación de Pedro (5,8-11)

Ya en la orilla comienza el segundo diálogo entre Simón y Jesús.

Frente al acontecimiento, Simón y sus compañeros no permanecen insensibles, quedan tremendamente asombrados.  Ante la grandeza del hecho, Simón cae en cuenta quién es Jesús y frente a Jesús cae en cuenta que él no es más que un pobre pecador.

Simón se dirige a Jesús llamándolo “Señor”, Simón ha experimentado el poder efectivo de este “Señor”. Sabe ahora que no está en el mismo plano de él, por eso reconoce su situación real de hombre pecador. La expresión de Simón parece indicar que hay tantas cosas en él que no andan bien, que están equivocadas, que se oponen a este señorío de Cristo, que lo hacen un hombre impuro e indigno.

En un primer momento Simón ve la “solución” a esta situación insoportable en el alejamiento del Jesús: “¡Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador!”.Es como si dijera: “Señor, aléjate de mí, así yo podré soportarme de nuevo y recuperaré mi paz, mi comodidad de siempre”.

Pero Jesús no le hace caso. No es propio de Jesús el alejarse de los pecadores y abandonarlos a su pecado ni, consecuentemente, al destino absurdo que les espera.  Jesús no vino para convertir a los justos sino a los pecadores (5,32).  La toma de conciencia que Pedro tomó de su pecado era correcta, pero la solución del problema no era el alejamiento de Jesús. Jesús ni se aleja ni lo aleja, sino que le tiende la mano y lo pone a su servicio.

La reacción negativa de Simón es acogida con un gesto positivo por parte de Jesús: “No temas. Desde ahora serás pescador de hombres”(v.10). Esta frase que Jesús pronuncia sobre el apóstol le agrega un nuevo nivel a la experiencia que Simón acaba de hacer sobre la validez de la Palabra del Maestro. 

La frase tiene doble valor:

(1) Es una expresión de perdón.
(2) Es una promesa.

Detengámonos en lo segundo. Simón conoce a Jesús como aquél que quiere que todos los hombres acojan la Buena Nueva de la Salvación. Ahora, de forma más precisa, Jesús le hace entender que también es llamado a participar en su actuar salvífico. (todos somos llamados)

En principio esta palabra de Jesús no es directamente una invitación al seguimiento y al servicio apostólico (no se le dice “sígueme”, si bien el v.11 lo sobreentiende). En cuanto promesa, se trata de algo más que una invitación.  Jesús le está queriendo decir a Simón: “Tú debes dejar de lado todas tus experiencias y las demás consideraciones humanas. Es cierto que desde el punto de vista humano no tienes ninguna posibilidad de éxito. Es verdad que no eres más que un pescador. Pero todo esto no es nada frente al poder de mi Palabra. Tú serás mi apóstol y serás pescador de hombres”.

Con relación a la frase “pescador de hombres”, valga notar que Lucas ha utilizado un término griego preciso. Lucas prefiere el término “zogreo”, que traduce exactamente “tomar vivo”. De esta manera se evita el escándalo que puede producir la imagen de la pesca: no se trata de “capturar” sino de “rescatar”, de “salvar a alguien de un peligro” (en este sentido: Números 31,15; Dt 20,16 y otros pasajes del Antiguo Testamento en su versión griega).  La obra apostólica de Pedro, siguiendo la de Jesús, va en esta dirección.

La respuesta final de Pedro es una gran radicalidad: “Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron” (v.11).  Pedro y sus dos compañeros comienzan una nueva vida que se fundamenta en la Palabra-Promesa de Jesús.

Pero hay dos acentos particulares en esta frase final: (1) Cuando dejan las barcas el evangelista dice “llevaron a tierra” (la Biblia de América traduce: “después de arrimar las barcas a tierra”) quiere decir que las sacaron completamente del mar, esto es, las inutilizan puesto que no las volverán a tomar. (2) Se dice que siguieron a Jesús “dejándolo todo”: el término “todo” es propio de este evangelio e indica que la disponibilidad para estar con Jesús es absoluta.  En el seguimiento se deja a Jesús ser completamente el “Señor”. (No es exactamente dejar el trabajo o el oficio que hacemos, es dejarlo ser a Él el Señor de todo en nuestra vida)

Conclusión

La valentía (la “parresía” apostólica de que hablarán los Hechos de los Apóstoles) proviene no tanto de nuestras capacidades sino de la Palabra y de la persona de Jesús.  El servicio apostólico no se fundamenta ni en la capacidad de los apóstoles ni en la buena voluntad de la gente a la cual ellos son enviados, sino solamente se apoya en el encargo misionero y en el poder del Señor. La misión no se apoya tanto en las cualidades personales de los misioneros por muy grandes que puedan ser, sino ante todo en la “Palabra” del Señor.

No hay que recordarle a Jesús que el que es llamado es un pecador, Él ya lo sabe. El mismo Simón Pedro se estrellará con su propio pecado y llorará por Él amargamente (ver 22,33s.54-60).  Lo más importante es que Jesús puso a su servicio a este pecador, que ha orado por él (ver 22,31s) y que le ha dirigido su mirada misericordiosa (ver 22,61s). Así, Simón no realizará su servicio con base en sus propias fuerzas sino a partir de la confianza en (y de) Jesús.

En fin, la vocación solamente puede ser asumida “en su Palabra”. “En tu Palabra echaré las redes” (v.5).

 

ANEXO. Para complementar tu enseñanza

saboreando el v.10: ¿Somos pescadores o pescados?

¡Pescador de hombres! ¡Qué expresión tan bonita!  Reflexionemos un poquito sobre ella en este domingo.

La pesca milagrosa era la prueba que se necesitaba para convencer a un pescador como Simón Pedro.  Cuando regresan a tierra, Simón se arroja a los pies de Jesús diciéndole: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”.  Pero Jesús le responde con palabras que representan el culmen del relato y el motivo que hará inolvidable este episodio: Desde ahora serás pescador de hombres”.

Jesús se valió de dos imágenes para ilustrar la tarea de sus colaboradores: la de los pescadores y la de los pastores.  Ambas necesitan una mínima explicación, no sea que nuestra mentalidad de hoy entre en choque con ellas por considerarlas quizás poco respetuosas de la dignidad del hombre y se termine rechazando estas dos bellas imágenes.

A todo el mundo le encaja bien el ser pescador, pero a nadie le agrada que lo consideren “pescado” de alguien. A todo el mundo le gusta que lo consideren pastor, pero no consideran de buen gusto que lo tilden de oveja.

En la pesca ordinaria, el pescador busca su propio provecho y ciertamente no el de los peces. Lo mismo pasa con el pastor. Es el caso del que pastorea ganado, por ejemplo, que por mucho que quiera las vacas lo que hace no lo hace tanto por ellas sino porque necesita de su leche, de su carne, de sus huesos, etc.  Un pastor en última instancia también termina sirviéndose de la leche, la lana y carne de sus ovejas y corderos.

Pero aquí viene lo bello del Evangelio: es el pescador quien le sirve al pez, es el pastor el que se sacrifica por las ovejas hasta dar la vida por ellas.

Pero no olvidemos que Jesús es el pescador y el pastor por excelencia.

Antes de convertirse en pescador de hombres, Pedro ha sido “pescado” (en el sentido del verbo griego “zogreo”) por Jesús varias veces.

¡Qué bueno experimentar lo que significa ser una “oveja perdida”!  No se escandalicen de esta frase. Lo digo porque en primer lugar porque todos de alguna forma los somos (hasta los más santos siempre se sienten pecadores), pero lo digo también porque es así como aprendemos a ser buenos pastores. Debemos hacer la experiencia del ser “pescados” por la mano misericordiosa de Jesús desde el fondo del abismo en que hemos caído, para que aprendamos lo que significa ser pescadores de hombres.

Si, según lo que le compete a cada uno, todos los bautizados nos consideramos pescados y pescadores al mismo tiempo, entonces veremos cómo se nos abre un gran campo de acción.

Pero permítanme decirles que aquí los laicos juegan un papel importantísimo ya que, gracias a su inserción en la sociedad, pueden recorrer con mayor alcance las rutas de la oveja perdida o pez que ha caído en el abismo. Queridos hermanos laicos, en este aspecto, la tarea de Ustedes es una grandeza enorme y es insustituible.

Una vez que arroja las redes apoyado en la Palabra de Jesús (“En tu Palabra echaré las redes”), Pedro y los que lo acompañaban en la barca recogieron una cantidad tan grande de peces que las redes se rompían. Entonces “le hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarlo”, También hoy el sucesor de Pedro y los que están con él en la barca –los obispos y los sacerdotes- le hacen señas a los de la otra barca para vengan a ayudarlos. 

El Señor nos llama, como llamó a Pedro. La Iglesia de hoy cuenta también con la respuesta de todos, cada uno en la vocación que el Señor le ha dado.

¡Lánzate!

“Tú eres pescador de Cristo, al cual se le dice: ‘Desde este momento le darás la vida a los hombres’. Lanza tus redes, lanza tus miradas, lanza tus palabras, de manera que no oprimas a nadie, sino que sostengas al que vacila”

(San Ambrosio, Hexaemeron, 6, 50)

Bibliografía

Aproximación al texto del Evangelio según san Lucas 5,1-11. Lecctio divina del padre Fidel Oñoro Consuegra.