Rescatar el comedor, asunto del corazón adorador

Por: Luis Fernando Castro Parra - Teólogo PUJ

Comedor, lugar de encuentro y fraternidad

…Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron… (Jn 6, 10b-11)

A lo largo de la historia humana, la mesa o el comedor, ha sido un lugar muy importante. Un lugar sagrado, un espacio para compartir no sólo los alimentos y poner los mejores manteles y cubiertos, sino también para compartir las experiencias, los anhelos, los deseos profundos del corazón, los sueños y proyectos que se quieren alcanzar; expresar las desilusiones o desacuerdos que tal vez, desaniman el caminar.

La mesa, ha sido el lugar de la toma y decisión de los grandes compromisos. Basta con traer al pensamiento aquellos momentos de la pareja, que enamorados, decidieron casarse, y para ello, buscan una mesa, realizar una buena comida, que sea “testigo” del compromiso que van adquirir. Más aún, cuando llegan los dos, como ministros a celebrar su matrimonio, frente a ellos no sólo está reunida la comunidad, sino que está también la mesa, la comida, como signo de la comunión y del banquete que se sellará por la gracia del sacramento.

En la Escritura, desde el libro del Génesis hasta el Apocalipsis, la mesa es protagonista. El primer banquete celestial
(Gén 2,21-24), es la creación del hombre y de la mujer; pero a su vez, la comunión, la intimidad, el encuentro, la unidad hacen parte de esta celebración. Jesús, Don de Dios, al encarnarse en la historia, intimó con la realidad humana, esto es un gran banquete porque no sólo se sentó con pecadores, sino que trajo para el mundo, la redención, la reconciliación, la invitación al banquete de bodas del Cordero.

En la mesa Jesucristo, dio a sus discípulos el mandamiento del Amor (Jn 13, 34-35), el cual es el motor de la humanidad, la comunión de la familia, la intimidad del adorador. En la mesa el Maestro por la Bendición del Padre y la acción divina del Espíritu Santo, se dona, se entrega y se ofrece para redención y alimento espiritual de toda la humanidad.

Sin embargo, parece curioso que hoy en los hogares ha desaparecido la mesa del comedor. Hoy es más grande la llamada “mesa de noche” en las alcobas, que la cama, porque el comedor pasó a la alcoba porque es allí donde se ha puesto la internet.

La sala se agrandó porque es necesario que se haga cómoda para el televisor de 60 pulgadas que la familia ha adquirido, siendo éste el centro del lugar. La mesa se ha convertido como un objeto en el que se ponen los recibos, o los cheques que se deben pagar. Como algo decorativo, en el que se le hace grandes arreglos florales, pero que no hay quienes se sienten y compartan la vida.

Rescatar el comedor es hacer camino para unir a la familia, salvar el matrimonio, entrar en comunión con el Señor y con los demás miembros del hogar. Rescatar el significado de la mesa, es permitir que broten los signos del amor solidario, la adoración, la intimidad, la generosidad entre los padres e hijos, entre los hermanos y por supuesto, los esposos.

Rescatar el lugar y el sentido de la mesa posibilita la reconciliación. En la mesa, en una comida se comprende que ninguno está por encima del otro; se descubre el sentido del servicio, la entrega y el perdón. La mesa reúne y rescata la fraternidad, la amistad de los hermanos. Rescatar el comedor es volver a lo sagrado. Para ello, cuatro elementos o verbos fundamentales que se puede tener en cuenta para rescatar lo sagrado de la mesa:

La primera acción es CONVOCAR. Jesús no fue un mero adoctrinador, sino un convocador. Convocar, es llamar, invitar, reunir, renovar. En la mesa se renuevan los proyectos, las promesas, los compromisos, las alianzas, los pactos. ¿Cada cuánto renuevas tus compromisos y alianzas? ¿Te reúnes para proyectar como familia, como pareja?

El segundo verbo es EVOCAR. Éste tiene que ver con seres humanos, es decir que la identidad del adorador está en la familia que es semejante, superior al universo. Evocar personas en la mesa, permite encontrar la verdad más profunda de la realidad del adorador, ya que estará bajo la mirada de Dios, y traerá conversión, cambios continuos que harán crecer en forma progresiva, conduciendo a la madurez espiritual.

PROVOCAR es la tercera acción. Este verbo para la mesa está en sintonía con la comunión, en hacer unidad con el otro, hacerme cuerpo con aquel que está a mi lado. Provocar, rescata la comunidad. Cuando un corazón está dividido, aunque esté en casa, siempre estará mirando para otro lado; pero si hay comunión, habrá comunidad.

El cuarto verbo es ENTREGAR. Éste va unido a la acción de gracias, como un acto de donarme, desbordarme para el
otro, en cualquier momento, situación o circunstancia, mostrándole el camino de la vida, que llevará al Padre, a la
eternidad.

Pidámosle al Buen Dios que nos conceda por la Gracia de su Hijo resucitado y del poder amoroso del Espíritu Santo,
rescatar el sentido de la mesa en el interior de nuestros hogares, para que reine la solidaridad, la entrega, la
reconciliación, el perdón, el amor; y así, descubrir el tesoro escondido, la perla preciosa del banquete de la vida
familiar y del adorador que se sabe abandonar en la manos del Señor. Ser ejemplo de la Virgen María, que con su Sí, nos ha dado el gran Banquete, el Pan, la Luz de la salvación para la gloria del Creador.