En algunas ocasiones, suele pasar, el predicador se extiende en su tiempo para la enseñanza. Muchas veces hasta el límite en que quienes le escuchan se sienten fatigados o se duermen.
Por eso definir el tiempo de la enseñanza juega un papel muy importante, porque le permite al predicador tener el control sobre el desarrollo de cada uno de los puntos de su exposición y no extenderse hasta el límite en que las personas pierdan el interés y se distraigan en otras cosas.
Nunca serán bien ponderadas o suficientes las frases de “el Espíritu Santo es un Espíritu de orden” o "Dios es un Dios de orden”. No debemos pretender agotar el tema en una sola enseñanza, o pensar que entre más hablemos, más llega el mensaje. El Espíritu Santo quiere que seamos dinámicos, que nos dispongamos y cooperemos con Él, con los dones, gestos, voz y capacidades que Él mismo nos ha dado, pero que lo dejemos actuar.
Tu predicación se enriquecerá si coges las tijeras, le cortas a lo tuyo y dejas que el Espíritu hable por ti.
Poda bien tu enseñanza, repásala y pódala más, corta todo lo que no enriquece, lo que no lleva al propósito de conocer más a Jesucristo. No te extiendas en pormenores innecesarios y busca un equilibrio entre la razón y la emoción.
¿Ya sacaste tus tijeras?