Solo podría ser un ardiente deseo de estar con el amado y unirnos todos para decirle ¡cuán maravilloso es Él! era un deleite para el corazón y nuestros ojos no podían dar crédito por tanto gozo manifestado allí.
Teníamos tantos motivos para alabar y bendecir a Dios, principalmente por haber entrado en nuestras vidas y transformarlas, por experimentar su amor y poder transmitirlo, por su infinita misericordia y paciencia con nosotros sus hijos, que solo podíamos estar allí tratando de manifestarle con alabanzas, oraciones, música y danza cuanto lo amamos y cuanto deseamos estar con Él.
Todo ese gozo solo podría traducirse en los movimientos de los danzarines, las alabanzas de los salmistas, las enseñanzas de los predicadores y en el amor de los hermanos que compartimos este gozo, que al final solo quedaba tomar las palabras del salmista: “Te doy gracias por tantas maravillas; prodigio soy, prodigios tus obras" (Salmo 139:14).
Razón tenían los hombres y mujeres de la biblia de expresar sus motivos de adoración cuando descubrían Su obra en la creación "Tuyo es el cielo, tuya la tierra, fundaste el orbe y cuanto contiene; creaste el norte y el mediodía, el Tabor y el Hermón te aclaman" (Salmo 89:12) y cuando descubrieron uno de sus más grandes atributos, la misericordia "¡Aleluya! ¡Dad gracias a Yahvé porque es bueno, porque es eterna su misericordia!" (Salmo 106:1).
Cada siervo de Dios fue experimentando en su vida la gracia del Señor a medida que descubría o era objeto de uno o varios de esos atributos de Dios Padre, Su santidad, Justicia, bondad, misericordia, etc. "Uno a otro se gritaban: santo, santo, santo, Yahvé Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria" (Isaías 6:3).
Por tanto nuestros motivos para la alabanza y la adoración a Dios, como a aquellos hombres y mujeres, nos deben llevar a que este sea nuestro estilo de vida, minuto a minuto, segundo a segundo, una permanente acción de gracias, alabanza y adoración en espíritu y en verdad.
Este encuentro de adoración y alabanza en Cali, quedará grabado en nuestra memoria, y el corazón siempre y en todo lugar palpitará de júbilo cuando nuestros labios se abran para hablar de su poder y de sus grandezas (Salmo 145:6) y de su más grande obra, la redención para el hombre a través de la muerte en la cruz de su Hijo amado, que es y será motivo de grandes expresiones de alabanza. Nuestros labios no cesarán de confesar su gran amor y su salvación.
Los gritos de júbilo, los cánticos nuevos, toda expresión de nuestro espíritu y nuestro ser, será para alabar al Rey de Reyes y Señor de Señores.
“Y toda criatura, del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar; y todo lo que hay en ellos, oí que respondían: Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los siglos" (Apocalípsis 5:13).