De la Cobardía a la Valentía
Serie Plan Sembradores
Texto: Mt. 7, 13-29
Virtud: Valentía, compromiso.
Virus: Cobardía.
Esta Bienaventuranza es igualmente ¡maravillosa! Guarda unos secretos especiales para que el discípulo de Jesús se mantenga firme en la adversidad. Esta Bienaventuranza muestra lo que pasa al que vive las otras siete: persecución por causa de Jesús.
Observa que la promesa de la primera Bienaventuranza es el don del Reino de Dios; igualmente en la última se cierra el sermón majestuosamente con el don del Reino de Dios que es Jesucristo.
Felices, afortunados, bienaventurados los que son perseguidos por buscar los valores del Reino de Dios. Serán bendecidos todos los que tengan que pasar por insultos, rechazos y desprecios; así mismo le pasó a Jesús, fue rechazado, injuriado, calumniado por mostrar el amor del Padre acá en la tierra y poner en alto la verdad.
Esta bienaventuranza muestra la debilidad humana, la vulnerabilidad que tenemos, lo que pasa cuando nos comprometemos firmemente en la solución de conflictos y buscamos la paz; se generan rechazos, ataques que pueden llegar hasta el punto de tener que dar la vida (Mt 24,9).
La expresión "perseguidos a causa de la justicia" significa "perseguidos por causa de Jesús", por seguir sus enseñanzas; es decir, por causa de "ser discípulo de Jesús". Esto se puede ver claramente en la vida de los comprometidos en el anuncio del evangelio: tienen problemas, son juzgados, criticados, rechazados implícita o explícitamente, a veces maltratados y aún amenazados. Es rechazo al mensaje y ataque personal a los misioneros.
Sin embargo, dice Hechos de los Apóstoles en el capítulo 5 que "ellos marcharon de la presencia del Sanedrín CONTENTOS por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre de Jesús... y no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Nueva de Cristo Jesús". Lo más precioso frente a estas situaciones es que el Señor afirma que para los perseguidos por causa de la justicia "su recompensa será grande" y dice que es grande porque su recompensa es Jesús mismo, es el amor del Padre, es lavida eterna.
El discípulo de Jesús debe entrar por la Puerta angosta.
La puerta angosta es la puerta del sacrificio, de la prueba, de la conversión de la renuncia a todos los virus que obstaculizan el crecimiento de un cristiano: muerte al virus del orgullo, la violencia, la dureza de corazón, el egoísmo, al rencor, a la hipocresía, al espíritu conflictivo y a la cobardía. Tú puedes escoger libremente ir por el camino ancho, que es el camino del facilismo que ofrece el mundo y que va a la perdición, o por el camino angosto que lleva a la vida, a la felicidad, a la plenitud.
El camino ancho es el del menor esfuerzo: que cambien los demás, yo ya soy así… yo no necesito, es mejor comer y dormir y vivir sin preocuparse de nadie... El camino ancho es el del poder, el tener y el placer, es el camino del desorden, del engaño, de los vicios, del pecado, de la muerte en vida, de las pasiones, de la impureza, de las cargas, de las culpas. Lastimosamente muchos se han ido por allí y se encuentran solos, amargados, sin ideales y lo más triste, en contravía de la salvación.
Si optas por el camino estrecho tendrás que dejar algunas comodidades para cambiarlas por otras que te dan más plenitud. Tendrás que dejar placeres, vicios, y romper ataduras que no te dejan avanzar.
Para poder lograr ir por el camino de la plenitud, tendrás que cumplir con el mandato misionero de Mateo 28, 18-20 y ser guiado por el Espíritu Santo, que como compañero de camino te enseñará todas las cosas, te recordará todo lo que necesites, te fortalecerá en los momentos difíciles y te mostrará cuál es la puerta por donde el Padre sale al encuentro todos los días mostrando a su Hijo Jesucristo sentado a su derecha.
Jesús resumió en el mandato misionero su plan específico para nuestra misión: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo".
ALÉGRENSE Y REGOCÍJENSE PORQUE GRANDE SERÁ EN EL CIELO VUESTRA RECOMPENSA
El camino no es fácil. El camino se torna como un camino de rosas, que tienen lindos colores pero también espinas dolorosas ante las cuales puedes acobardarte, tambalear o quizás devolverte. Sin embargo, si tomas una decisión firme de ser valiente en medio de la prueba o la persecución, habrás escogido el mejor camino.
Entrar por la puerta angosta cuesta, porque debes descalzarte ante Él, arrodillarte, dejarte guiar y obedecer todo lo que Jesús te indique. Entrar por la puerta angosta nos implica ir ligeros de equipaje. Esta puerta te lleva a un camino de libertad, de plenitud, de felicidad, te va transformando en una persona humilde, dócil, sensible, justa, perdonadora, limpia de corazón, hacedora de paz y valiente.
El valiente no se amilana ante la adversidad; más bien, en medio de ella se encuentra con un Padre amoroso que lo carga en sus hombros en los momentos de más impotencia y fragilidad.
Ser valiente en medio de la persecución y las dificultades es dejar el desánimo y la cobardía; es esforzarse por salir victorioso de las pruebas, sobre todo cuando de la búsqueda de la justicia se trata. El valiente permanece firme y hace eco a las palabras de Isaías:
Si por servirle al Señor nadie te entiende y más bien te critican, puedes darte por bien servido porque Él mismo dijo: "En el mundo habrá aflicción, pero no teman, yo he vencido al mundo." (Juan 16,33)
El evangelio nos asegura que Él nos colocará las palabras adecuadas en los momentos de dificultad: "Cuando os entreguen no os preocupéis cómo o qué hablareis, porque se os dará en aquella hora lo que debéis decir. No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre qué hablará en vosotros". (Mt. 10-19)
El virus que no te permite entrar en esta Bienaventuranza es: LA COBARDÍA.
El cobarde no se compromete; tiembla ante la prueba y ante el sufrimiento. El cobarde es desconfiado, no quiere comprometerse y le tiene miedo a la prueba, al sufrimiento. Es miedoso, se amilana sobre todo ante la crítica de la familia, de los compañeros de trabajo, de sus amigos.
A la persona cobarde le da pena que sepan que ella ama a Jesús, que es cristiana, Católica, que asiste a la Eucaristía o que tiene algún rasgo de vida espiritual. El cobarde prefiere callar y pasar desapercibido. Algunos de ellos emprenden una acción buena, una obra de Dios o cualquier actividad evangelizadora y a la menor crítica, prueba o problema que se presenta, se desaniman y muchas veces acaban con proyectos importantes. Otras veces se aíslan y se encierran en sí mismos y no luchan por la justicia.
El hombre o la mujer que quiera disfrutar hoy mismo de la bienaventuranza lo puede hacer. Basta que renuncie a su orgullo, su rebeldía, su dureza, su rencor, y entre en esa comunión plena con su Padre que está con los brazos abiertos a través de Jesucristo, para abrazarle y llenarle del más puro de los amores.
No temas que te critiquen aún los más cercanos y que lo hagan por el lado que más te duele: "Sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios. Fijaos en aquel que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo". (Hb 12, 1-3).
Si vivimos así, al final recibiremos el premio que es la corona de gloria que jamás se marchita, la corona de vida eterna.
Para disfrutar de la gran promesa de esta Bienaventuranza, es necesario tener un sentido esperanzador en el sufrimiento. Es preciso recordar que el sufrimiento es una realidad, porque todos pasamos por él: sufre un joven la pérdida de un amor, sufre una mujer que pierde a su esposo, sufre un niño la pérdida de una materia, también sufre aquel campesino que perdió su cosecha, y así sufre uno y sufre el otro. Por esto podemos asegurar que el sufrimiento es una realidad en la vida de toda persona.
Además de que es una realidad, es una realidad misteriosa porque no entendemos el propósito que hay detrás de cada sufrimiento. Podemos preguntar una y mil veces porqué pasa esto o aquello y no sabemos claramente por qué ocurre; el sufrimiento es una realidad misteriosa.
Lo que sí podemos decir es que en esos momentos de impotencia, de soledad y de abatimiento, nos acercamos más a Dios. Cuántas personas buscan al Señor cuando pasan por momentos de inmenso sufrimiento. Cuántas a raíz de un accidente, de un problema serio, han llegado a sus pies. El sufrimiento, sobretodo el que se hace por la extensión del Reino, nos acerca a Dios y tiene un sentido purificador y salvífico.
Entonces, ¿porqué temer tanto al sufrimiento, si de los momentos de crisis hemos aprendido lecciones importantísimas que de otra manera no las hubiéramos captado con tanta claridad? ¿No será mejor levantar los ojos al cielo como lo hizo Jesús, y sin quejarse ni preguntar, aceptar con paz todo lo que pasa en nuestra vida, porque al fin y al cabo el Padre del Cielo maneja con sabiduría toda la historia nuestra?
Como dice un gran profeta de nuestros tiempos: haz el 100% para solucionar el problema; y si no puedes solucionarlo, abandónalo en las manos del Padre. El sufrimiento no desaparecerá de nuestras vidas; vívelo con esperanza y en paz y así no te desgastarás.
Es fácil detectar que cuando se emprende un proyecto evangelizador que busca la justicia y la misericordia, hay ataques fuertes que quieren impedir a toda costa que se realice. En ese momento es necesario recordar, que antes de la resurrección siempre hay cruz y que Jesús no se bajó de ella. Por lo tanto nosotros tampoco declinaremos y más bien nos apropiaremos de la gran promesa de esta Bienaventuranza: "de ellos es el Reino de los Cielos", y el Reino de los cielos es el mismo Jesucristo.
Aunque hayas pasado por momentos de persecución por parte de tu misma familia, de personas cercanas, de personas de tu misma comunidad, no te quedes mirando las cenizas; levanta tu rostro y mira la cosecha que viene; sigue mirando la cruz y obedeciendo y sabrás que tu perseverancia, tu valentía y tu fuerza son ampliamente recompensadas por Dios. Recuerda que el que persevera alcanza.
Alégrate cada vez que alguien te critique injustamente; no te defiendas, di la verdad de lo que pasó y da tus argumentos; deja que el Espíritu Santo saque a la luz la verdad; él lo hace siempre, no te inquietes. Si de Jesús, siendo Jesús, dijeron tanto, cuánto más de nosotros hablarán.
Teniendo una actitud de serenidad, de perdón, de alegría, el miedo de acercarte a una persona y hablar de lo que Jesús ha hecho en ti desaparecerá. El temor a ser juzgados por buscar la justicia igualmente será anulado, porque entre más sea perseguida una persona o una obra de Dios, más florece la obra. Así pasó con el acontecer de la iglesia en la época de las persecuciones y martirios de los primeros cristianos. Su valentía hizo que el evangelio llegara hasta nuestros días.
Jesús invita a sus discípulos a afrontar toda agresión verbal, toda injuria y toda falsa acusación así: orar por los perseguidores; ser prudentes, sencillos y mansos; no dejarse amedrentar; una respuesta franca y abierta; el silencio; cuidarse; perseverar hasta el fin; tener la serenidad de Jesús (Is, 53).
Recordar que estás en las manos de Dios Padre que no abandona a sus hijos.
Jesús invita a no exponerse innecesariamente: "Cuando os persigan en una ciudad huid a otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra" (Mt, 10,23).
El honroso título de llamarse "perseguido por causa de la justicia" se dará cuando: No se deja acobardar por el cansancio, ni baja la guardia fácilmente; cuando no cae en la pasividad y cuando está dispuesto a ir hasta el fin, hasta el martirio. Ahí es cuando te conviertes en profeta del Altísimo.
Todo esto es posible únicamente si nos llenamos de la fuerza transformadora y poderosa del Espíritu Santo, de aquél que le dio la fortaleza a los apóstoles para anunciar con poder el evangelio. De aquel que fue capaz de levantar de la muerte a Jesucristo. De aquel que es capaz de quitar toda cobardía para que levantemos nuestra voz, como lo hicieron los apóstoles cuando fueron llenos de Espíritu Santo en Pentecostés.
Solamente ungidos por el Espíritu seremos capaces de ser discípulos valientes en el momento de la prueba, porque recibiremos poder para ir a anunciar en Jerusalén, Judea, Samaría y hasta los confines de la tierra. (Hch 1,8)
Aquí podemos hacer eco de la Palabra dada por Habacuc "AUNQUE no florezcan las higueras y ni den frutos los olivares, aunque no haya reses en los establos y ovejas en los rediles, yo te alabaré Señor y te bendeciré porque tú me levantarás y me salvarás". (Hab 3,17)
Gran Promesa
La maravillosa promesa de esta Bienaventuranza es El Reino de Dios. Con todas sus gracias y bendiciones. Es Jesús mismo en las manos del Padre dándonos todo su amor. Es una promesa de felicidad, de victoria y de resurrección. ¿Qué le pasó a aquel quien fue el más perseguido de los perseguidos? ¿Qué le pasó a Jesús quien sufrió y murió por la fidelidad a su enseñanza?
Se le reveló plenamente el rostro del Padre y como hijo único recibió todas las gracias y bendiciones existentes, recibió toda la herencia. Por tanto, el que permanece fiel ante la persecución recibirá todo lo prometido en las anteriores bienaventuranzas.
Dios Padre le tiende su mano, lo guía a través de su Palabra y su Espíritu lo consuela llenándolo de alegría; lo sacia totalmente en todas las áreas, le ofrece su perdón y la riqueza de su misericordia; le da la gracia de verle día a día en un encuentro inmediato con Él, le da la paz total y lo recibe como hijo dentro de su familia trinitaria. ¿Qué más podemos pedir? Lo tenemos todo, ¡lo tenemos a Él!
El Secreto: Alégrense cuando sean perseguidos por causa de la justicia, por ser fieles a Jesús.
Recuerda siempre
El que vive en espíritu de Bienaventuranzas es como el hombre sabio que construyó su casa sobre la roca, vinieron los vientos y no la derribaron porque tenía buenos cimientos. Mas el que no vive éste espíritu de las bienaventuranzas es como el hombre necio que construyó su casa sobre la arena, vinieron los vientos, pasaron los ríos y su casa no resistió.
Una vida sin Dios es una casa sin cimientos que fácilmente se derrumba y se convierte en soledad y vacío. No vale la pena que conociendo este camino de salvación que produce la verdadera felicidad tú lo desprecies. Más bien deléitate en las profundidades de su amor. Disfrútalo y enséñalo.
Trabajo para practicar e interiorizar
- ¿Qué actitudes tuvo Jesús ante las persecuciones?
- ¿En qué momentos te has sentido perseguida o perseguido por buscar la justicia y cuál ha sido tu actitud?
- ¿Qué podemos hacer ante el miedo y la cobardía para anunciar a Jesucristo?
- ¿Cuáles gracias podemos disfrutar si nos mantenemos firmes y serenos ante la persecución por causa de la justicia? ¿Por ser fieles a Jesús?
- ¿Qué pasos puedes dar para enseñar a otros esta bienaventuranza?
- Del libro de Santiago, capítulo uno, saca las frases que se refieren a la actitud ante los sufrimientos.
- Revisa los capítulos tres y cuatro de la segunda carta a Timoteo y escribe tres conclusiones relacionadas con lo estudiado en esta Bienaventuranza.