COMUNIDAD HOMBRES Y MUJERES DE FUTURO
GUÍA PARA FRATERNIDAD
- AGOSTO 8, 2012

El Valor de la Pureza

 

Objetivo: Reencontrar el valor de la pureza como un elemento esencial en nuestro camino hacia la vida en Dios.

Introducción

Actualmente no podríamos afirmar que la pureza en nuestra sociedad sea un valor muy cotizado. Pero el cultivo del espíritu de pureza es algo fundamental en nuestro camino hacia la santidad.

¿Qué es la pureza?  Según el Padre Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, la pureza es “la transparencia nítida y plena de la huella de Dios en nosotros”. Dios Padre, al crearnos puso en nuestro corazón una huella original. La pureza es “reflejo de la belleza eterna”, reflejo de la belleza de Dios.

Es una manera distinta de ver la vida: desde Dios y con los ojos de Dios. Y es una manera distinta de amar: como Dios ama. La pureza debe ser en todo; en la vestimenta, por ejemplo, es vestirse de modo de reflejar la imagen de Cristo.

 

Eclesiástico 51,13 y 20:

Me di a buscar abiertamente la sabiduría en mi oración, y en la pureza la he encontrado.

    

También tú tienes dentro de ti un inestimable tesoro: la santa pureza. Es ésta una virtud que nos impulsa a pro­teger nuestro cuerpo y nuestra alma de todo lo innoble, es decir, a ser limpios de pensamientos, deseos, palabras y obras. De este modo, además, respetamos el plan que­rido por Dios para nosotros.

El fundamento de la vida cristiana es el amor. La pureza, sin embargo, «actúa en la vida cristiana como la sal que preserva de la corrupción» (J. Es­crivá de Balaguer, Amigos de Dios,  175). Sin ella la vida sobrenatural se destruye y es imposible.

La santa pureza no es algo negativo y pesado: «No hagas esto; no pienses aquello...». No es condena; es li­beración. Si eres limpio(a), lograrás una vida digna, evitarás la corrupción y respetarás tu cuerpo y tu mente en lugar de envilecerlos. Es ésta una virtud positiva: es un sí a la li­bertad, al vigor del cuerpo, a la vida del espíritu, al presti­gio humano, a la felicidad de tu hogar, a la fortale­za de tus hijos, a la vida de entrega y a la fe que Dios puso en ti el día de tu Bautismo.

No es fácil, a veces, conservarse limpio. Tanto den­tro, como fuera de ti, existe un poderoso enemigo que desea destruirte: tus pasiones desordenadas, las tentacio­nes del demonio y el ambiente corrompido. ¿Qué has de hacer? Acude a tu fuente de ri­queza y de poder, al Espíritu Santo y no te rindas ante los atractivos engañosos del enemigo, bajo el disfraz de progreso, liberación, placer o felicidad.

Parece claro –de modo especial en ciertos ambientes culturales, como también en los medios de comunicación,- que el mundo moderno no colabora positivamente con el ejercicio de esta virtud. Como ejemplo podemos citar el hecho de que en los noticieros de televisión estén pasando en cierto momento desfiles de modelos en ropa interior; nada tiene que ver pero es un hecho que han subido el rating por este motivo. También en las noticias de los sitios en donde tenemos nuestros correos, es muy usual encontrar la noticia extraordinaria del descote de tal actriz o el vestido ceñido de la princesa tal o el cuerpo extraordinario de tal actor del momento…y caemos “ingenuos”, como pensando “¿qué de malo tiene?”. El cristiano comprometido con su fe lo sabe y  por eso no le resulta extraño vivir contracorriente en este aspecto de su vida; ni se deja amedrentar por sentirse solo y hasta raro. Hasta le dirán que es ridículo(a), y anticuado(a), pero ese cristiano o cristiana sabe que está cuidando la morada del Espíritu de Dios.

Pidamos al Santo Espíritu el don del dominio propio para conservar nuestra pureza y caminar con transparencia por el sendero de la Vida.

Miremos lo que nos dice San Pablo en (1° Cor 5,7-8) “Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva; pues sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos  de pureza y verdad.”

Y en (1° Tim 4,12b) “Procura, en cambio, ser para los creyentes modelo en la palabra, en el comportamiento, en la caridad, en la fe, en la pureza.”

 

Taller

En pequeños grupos y con la asamblea compartir:

  1. ¿Eres consciente del valor de la pureza en tu caminar en Cristo?
  2. ¿Enseñas la pureza en tu hogar? ¿Cómo?
  3. La pureza debe abarcar todo en nuestra manera de vivir, ¿hay pureza en el trato diario con tu esposa(o)?, ¿en el diálogo?
  4. ¿Te consideras puro(a) de pensamiento?
  5. ¿Crees que hay algún aspecto en tu vida en donde falte la pureza? (tu forma de vestir, algunas lecturas, algunas películas, etc.)