Comunidad Hombres y Mujeres de Futuro
Ministerio De Formación - Guía De Predicación
Familia: lugar, fruto, santuario de encuentro con el Señor
Agosto 29 / 2012
Objetivo
Re-descubrir los valores originales propios de la familia, sacramento del amor y de la vida, sostenido y apoyado a partir de la cotidianidad, el bien común y la actividad familiar.
Introducción
El encuentro familiar puede ser considerado en este tiempo como algo circunstancial, limitado, en un espacio y en un tiempo determinado, caracterizado por la convivencia de seres humanos bajo un mismo techo. Sin embargo, la comprensión fundamental de la familia cristiana se halla en la profundidad que se experimenta al vivir juntamente un encuentro con el Señor resucitado, es decir una familia como lugar donde reinen los valores, los frutos del Espíritu (Gál 5, 22) y se contemple el “Altar”, el Santuario donde reside la persona de Dios.
Una familia que experimenta el encuentro con el Señor es una comunidad, un hogar puesto al servicio de la edificación y la construcción del Reino de Dios, de la vida y de la esperanza; de la amistad y la responsabilidad por la historia y el ser humano. Cuando la familia se preocupa por la comunión y la oración, participa de la vida y de la misión de la Iglesia, y por ende, es fruto del servicio y de la respuesta mutua ante el llamado de Dios a ser imagen viva de su Reino.
Contenido
Para la predicación se sugiere tener en cuenta los textos Bíblicos de 1 Sam 3, 1-10; Eclesiástico 3, 3-7.14-17; 1 Pedro 3, 7; 1 Cor 12, 12-31; Mc 1, 29-31; Mc 2, 1-12; Jn 2, 1-10
La familia ha sido considerada a lo largo de la historia humana como el núcleo central de la naturaleza social del hombre. Tiene su origen en la comunión o la alianza de un hombre y de una mujer que se entregan y se aceptan mutuamente.
La familia es sinónimo de fraternidad y por consiguiente, es una unidad de pluralidades, es decir que no existe la uniformidad, sino la unificación como signo de la presencia del Espíritu Santo. La familia por ser un organismo constituido por seres humanos, vivos, templos del Espíritu, moradas de Dios, sacramentos y dones del amor y la misericordia divina, está en función de sus miembros, esto es una unidad de creyentes en medio de la diversidad carismática (1Cor 12,12-13), en la cual no debe existir el dominio, ni la competencia o rivalidad, ni los intereses particulares o el poder para servirse de los otros: La familia es uno de los tesoros más importantes…patrimonio de la humanidad entera…imagen de Dios, eje transversal de toda acción evangelizadora (Aparecida Nº 432-435).
En este sentido, sin familia no hay sociedad, no hay valores no hay vida. Todo ser humano necesita del calor, de la solidaridad y de la unidad de una familia. Sin un encuentro con Jesucristo no puede existir la fraternidad el perdón y la misericordia que se origina en la relación intima de la familia. Allí en el hogar, en la relación de padres e hijos, en la respuesta mutua de los esposos se enseña cada día volverse a Dios aceptando las buenas noticias (Mc 1, 15).
El tesoro de la familia como lugar de encuentro con el Señor es sacramento, altar, santuario donde se superan los problemas, las dificultades y las adversidades que se presentan a lo largo de la vida (Mc 2, 1-12).
Cuando en una familia reina el espíritu de la división, la rebeldía, la ausencia de honra de padres a hijos y de hijos a padres, el maltrato físico, psicológico, crece la lujuria, la infidelidad, el rompimiento del matrimonio, se cultivan aislamientos, muros, barreras, adicciones, que hacen del tesoro real, sepulcros vacíos, seres individualistas y egoístas.
Hoy es importante que miremos y revisemos, la importancia de tener la familia como un lugar de encuentro con el Señor, donde reinen los frutos del Espíritu y se admire la gracia del amor y de la unidad. Los padres como buenos pastores de sus hijos no pueden alcahuetear los signos de la modernidad que disfrazados como un bien trae como consecuencia males para la vida y la convivencia de la familia, pues de la manera en que camina la familia, caminan la sociedad y el país. Sin familia no hay nación, no hay hermandad.
Hay muchas cosas que van en detrimento de la familia: el aborto, la mentira, (todo aquello que “parece” legal como el comercio del licor, pero que es inmoral. Los anticonceptivos y la prostitución son legales, pero ante los ojos de Dios son inmorales), el machismo, el feminismo son algunos ejemplos de cómo el tiempo presente se disfraza para distraer el pensamiento y el corazón de la familia introduciéndola en un mundo de destrucción y en un abismo entre los padres y los hijos, entre los esposos que compiten entre sí y se alejan uno del otro.
Romper los muros, las cercas, las fronteras es abrirse al encuentro con el Señor, pero a su vez rompe el abismo en las relaciones entre los miembros que conforman la familia. Dios dirá a los padres cuando lleguen al cielo ¿Qué hiciste con mis hijos? Pues esos hijos que engendraron son hijos más míos que tuyos[1]. Y a los hijos les dirá ¿Cómo honraste a tus padres? Pues esos padres son mi imagen, mi rostro (Efesios 6, 1-4).
El milagro de la familia es el encuentro con el Señor, pues donde está el Señor hay esperanza, transformación y vino nuevo (Jn 2, 1-10). Si hay algo que nos disgusta, lo expresaremos, pero estaremos unidos. Si hay algo que nos gusta lo compartiremos, pues es en la familia donde la amistad reinará y no esperará nada a cambio y siempre se dará correspondencia mutua.
Conclusión
En nuestra realidad humana el flagelo del machismo, el feminismo, la mentira, el aborto, la ausencia de respeto y responsabilidad han destruido a muchas familias, hogares, templos del amor de Dios. El machismo como cualquier otro virus ha crecido alrededor de la familia por tener conceptos falsos del papel relevante de los padres con el hijo y de esposo con la esposa, y de la esposa con el esposo. Hoy se ven niños y jóvenes desatendidos e irrespetados por sus propios padres dejando sin futuro a una sociedad, a una iglesia y a un país.
Qué bueno sería que los niños como los jóvenes, vean en sus padres a aquel personaje que nos muestra el primer libro de Samuel (3, 1-10): Elí. Un hombre que le mostró el camino y la dirección correcta a Samuel ante la confusión o la duda. Qué tan bueno sería que los adolescentes encontrarán en sus padres buenos pastores que le aconsejaran desde la perspectiva de Jesucristo el amor de Dios, el camino de su voluntad.
La adolescencia es una etapa de resistencia (todo les parece tedioso, fastidioso), pero si los padres caen en su juego o se descuidan, entonces veremos hombres y mujeres, familias sin seducción de Dios, sin “hambre” por experimentar un encuentro con el Señor. Padres, retomemos la mirada hacia los hijos y trabajemos por la espiritualidad y los valores que debemos legar a ellos. El padre es el catequista y evangelizador natural del hogar. Hijos volvamos la mirada hacia los padres para aprender de la experiencia, y así reine en la unidad de la familia el fruto del amor, la alegría, la paz, el dominio propio.
[1]Como apoyo, podemos leer los numerales del Documento de Aparecida 438-446
Taller
- ¿Es tu hogar un lugar de encuentro agradable para todos sus miembros?
- ¿Hay algún valor que no se haya cultivado en tu casa? ¿Qué estas dispuesto(a) a hacer para hacerlo una realidad?
- En un momento de oración permitamos que el Espíritu Santo nos suscite sabiduría para llevar a cabo una verdadera formación de los hijos en el hogar y de los valores que proceden del corazón de Dios.