FUNDACIÓN HOMBRES Y MUJERES DE FUTURO
GUÍA DE PREDICACIÓN
Abril 29 - 2015
¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo?
Evangelio Según San Marcos 5, 1-20
Objetivo:
Comprender mejor a qué es que Jesús viene a nosotros, a nuestro encuentro, para qué es que nos busca, para qué quiere entrar en nuestra familia. Entender que su plan para cada uno es la Salvación y no llenarnos de beneficios materiales, entender que si bien es cierto que como Padre Dios desea nuestro bienestar y el de nuestras familias, no es ese su fin, ni fue para eso que murió Cristo, su Hijo en la cruz.
Desarrollo
Después de la tempestad calmada, Jesús y sus discípulos, llegan al otro lado del mar, a una región de los gerasenos. Una tierra de los paganos de Gerasa. Y el evangelio, según San Marcos, se goza en describir la situación de un hombre, que vivía en los cementerios, es decir, un ser humano en un ambiente de muerte, poseído por un espíritu inmundo, sujetado con cadenas, al estilo de los esclavos. Él rompía los cepos, los grillos; parece que nadie podía “domarlo”, tenía mucha fuerza.
Era un hombre atormentado, no sólo por el espíritu inmundo, sino que a su vez otros lo querían tener esclavo. Y él no quería dejarse. Se hería con piedras, se quería matar. Pero, en este episodio de amargura, Jesús llega a la tierra de los paganos, se adentra en la tierra de la oscuridad y de la esclavitud. Y encuentra a un ser humano, llevado a un espacio de muerte, de esclavitud, marginado de la familia, de la sociedad, de la comunidad. Parece haber perdido la identidad porque ha sido llevado a una situación límite, a un mundo de violencia, de atadura donde no se soporta ni siquiera así mismo.
El hombre que encuentra Jesús, es una persona que está descargando sobre otro una realidad de tormento. Jesús se acerca, pues él tiene la capacidad de llegar al ser humano, sin interesar los límites, situaciones o circunstancias que surjan, aun cuando éstos sean espacios de muerte o desesperanza para coger a este hombre y liberarlo de toda esclavitud, de toda realidad de mal que lo deshumaniza, desvirtuando su dignidad.
Jesús llega hasta las situaciones límites, donde la cultura y la sociedad han llevado al ser humano para rescatarlo. El mal no sólo son demonios, es también aquello que no hace bien al ser humano, como lo es la corrupción, la mentira, la maldad, la injusticia social.
La comunidad, la familia, la sociedad son espacios para dar libertad a la persona Si aquellas enajenan al hombre, conducirán a la persona a perder la libertad. Aquellos son espacios, donde se adentra Jesús para darle sentido, identidad y realización al ser humano. No para empobrecerlo, sino reivindicarlo, rescatándolo desde su interior.
Sin embargo, la actitud de quienes presenciaron este hecho de Jesús, rogaban que se marchase de la tierra de Gerasa. Es curioso, porque teniendo a Jesús se prefiere pensar en esclavizar, que en liberar. Parece que es mejor atar que hacer el bien, mantener las mismas formas de vida que renovarlas y darles verdadero sentido. ¿Perturba la presencia del Señor en tu vida?, ¿en tu familia?, te desacomoda a ti o a tu familia? ¿Preferimos mantenernos en ser como somos, en lugar de pedirle que él obre en nuestra vida, la sane, la libere, la restaure, la transforme, le dé sentido?
Cuando la persona de Jesús se acerca a nosotros, no es para hacernos una visita casual, sino para salvarnos. La manifestación del poder de Dios, integra la realidad del ser humano, pero a su vez el gran “límite de Dios” es que el mismo ser humano, no lo deje obrar. Jesús creando, nos reconstruye, nos hace nuevas creaturas, nos hace libres.
Por otro lado, el ser humano prefiere la cantidad de sus bienes o posesiones, que el bien que nos puede dar el dejar que se acerque Jesús, él que es nuestro mayor y más grande tesoro. ¿Qué son 2000 cerdos, comparados con la gracia de ser curado, salvado y liberado por la persona de Jesús? Sin embargo, los habitantes de Gerasa, se alegraban con el desposeído, pero sus corazones se cerraron al escuchar la pérdida de los puercos por el precipicio.
No busquemos, por lo tanto “coquetear” con aquellas cosas que no nos permiten abrirnos a la presencia de Dios; que nos alejan de lo que es verdaderamente valioso e importante para nuestra vida y la de nuestra familia. ¡Dejémonos atrapar por la persona de Jesús! Él que es nuestra libertad, sentido y realización integral. ¡Dejémonos que Él se adentre en nuestro corazón y obre su poderosa voluntad para que también podamos ser esa luz para todo nuestro entorno y nuestras familias y contar lo que el Señor ha hecho con nosotros, y así otros se maravillen y disfruten de lo bueno que es estar y seguir al buen Jesús.
Conclusión:
Es hora de mirar hacia nosotros mismos y nuestras familias preguntándonos qué apegos o esclavitudes o quizá un pecado oculto o una actividad ilícita de algún miembro de la familia, estarán impidiendo que Jesús lleve a feliz término su obra salvadora en nosotros o en nuestra familia.
Taller:
Después de haber reflexionado sobre las preguntas anteriores, ¿Qué estoy dispuesto(a) a hacer para permitir el encuentro salvífico del Señor conmigo y con mi familia?