Aquí estoy en tu divina presencia

Por Nelly Rincón G.
 
Capilla del Santísimo - Hombres y Mujeres de Futuro
 
Aquí estoy en tu divina presencia, Jesús mío, para visitarte.
 
He venido, Señor, porque me has llamado.
 
Tu presencia real en la Sagrada Eucaristía, es el eco de aquellas palabras que nos diriges en el Evangelio: "Vengan a Mí todos los que están cargados con sus miserias y pecados y Yo los aliviaré". Aquí vengo, pues, como enfermo al Médico, para que me sanes; como pecador al Santo, para que me santifiques; y como pobre y mendigo al rico, para que me llenes de tus divinos dones.
 
Creo, Jesús mío, que estas en el Santísimo Sacramento del Altar, tan real y verdaderamente como estabas en Belén, como estabas en la cruz y como estas ahora en el Cielo.
 
Espero en Ti, que eres poderoso y bueno, para santificar mi alma y salvarme.
 
Te amo con todo mi corazón, porque eres la Bondad infinita, digno de ser amado de todas las criaturas del Cielo y de la tierra; y me has amado hasta derramar Tu sangre y dar tu vida en la cruz por mí.
 
¡Dadme luz, Señor! ¡Que yo te vea presente en el Sagrario con los ojos de la fe; y que mi corazón beba hasta saciarse de la fuente del Amor divino que brota de Tu Corazón Sacramentado!
 

 
Cuando hablamos de las visitas al Santísimo, de qué son y cómo se hacen,  diríamos como  Santo Tomás “son un ardiente deseo de recibir a Jesús Sacramentado”.  
 
El papa Juan Pablo II referenciaba este deseo con las siguientes palabras. “La práctica de este deseo constante de Jesús en la Eucaristía tiene su raíz en la perfección última de la comunión eucarística, que es el fin último de todo deseo humano”. 
 
San Juan Bosco decía:"¿Quieres que el Señor te bendiga? Visítalo en el Santísimo Sacramento del Altar. Quieres que te bendiga más? Visítalo más. ¿Quieres que te bendiga inmensamente? Visítalo muy frecuentemente”.
 
Aunque la comunión espiritual puede darse permanentemente y a cada minuto de nuestro existir y en cualquier lugar siendo fruto de la comunión eucarística, los momentos vividos ante el Santísimo, fortalecen mucho más la comunión con Él y con los hermanos, nos llevan a ser agradecidos, a amar más al Señor, a escuchar su voz y silenciar la nuestra porque “El Maestro está aquí y te llama” (Jn 11, 28), se logra una intimidad tal que parece que el tiempo que pasamos allí fuera muy poco y que nuestra alma anhelara más de esa intimidad, más de ese acercamiento y que de nuestro corazón broten todos esos sentimientos y palabras hermosas con las que le queremos alabar y adorar. Ya lo decía San Juan de la Cruz "El alma que anda en amor, ni cansa, ni se cansa"
 
Nuestra alma enamorada ya no nos pertenecerá, será toda de Él, a Él le pertenecerá y fluirá con emoción profunda, allí es donde nacen del amor y el dolor, la entrega, la conciencia, es allí donde nuestra voluntad se doblega a la suya.
 
Entre muchas otras cosas, la visita al Santísimo, nos permite estar con el Amigo, el que escucha con paciencia, el que recoge nuestras lágrimas en los momentos difíciles y también con quien podemos compartir nuestras alegrías. A Él le podemos hablar en la intimidad de la oración y podemos recurrir con frecuencia a sus amorosos brazos y ser consolados. Él siempre nos espera, ¡Qué gracia maravillosa y que privilegio poder contar con la Hostia consagrada¡ 
 
¡Qué gran amor nos tiene¡ Es un privilegio que Él quiera permanecer entre nosotros y que nosotros podamos palpar su corazón. 
 
Jesús nos espera en este sacramento del amor.  Aprovechemos toda oportunidad que se nos presente para ir a encontrarnos con Él en la adoración.