Son muchos los retos que como predicadores debemos enfrentar al asumir este ministerio. Parece que uno de esos grandes retos es el de predicar la Palabra de Dios con autenticidad.
Pero, ¿qué significa ser auténtico? Y ¿qué es lo que nos hace ser auténticos?
La autenticidad tiene que ver con ser genuino o verdadero; en pocas palabras, ser lo que en realidad decimos que somos.
Si ser auténtico significa ser quien realmente soy, mostrarme en forma recta, honesta y sincera, transparente y sin máscaras, debo saber que la persona auténtica es la que se ama a sí misma, se conoce bien, se acepta y se reconoce con sus cualidades y con sus cosas por mejorar. Siempre ve el lado bueno de las cosas aún en los peores momentos y lucha por lograr sus metas.
Cuando iniciamos en el ministerio de la predicación, pocos escapamos al deseo de imitar a otros; sin embargo, para ser auténticos, nuestro único y perfecto modelo es Jesús, quien fue un apasionado por la verdad -“la verdad los hará libres”. Por eso sé espontáneo, arriésgate a hacerlo, evita la mentira, quítate las máscaras, no seas de una forma y en otro momento de otra, siempre el mismo independientemente de las circunstancias y del lugar.
Los predicadores siempre seremos evaluados, especialmente por quienes nos escuchan, nos ven y nos conocen. Por eso es importante llevar una vida recta y transparente. Parece fácil, pero no es así, especialmente cuando estamos en una permanente lucha por seguir a Jesús y sus enseñanzas, en un mundo que nos presiona con ideas y estereotipos que nos alejan de los preceptos del Evangelio.
Querido predicador, reconoce tus dones y talentos y procura con ellos el máximo beneficio en tu predicación: La gloria de Dios.