El valor de la puntualidad es invaluable en un predicador.
El predicador debe ser disciplinado, debe estar a tiempo, no solo para cumplir con sus compromisos ministeriales, si no todos aquellos adquiridos en todas las áreas de su vida, como su trabajo, reuniones de trabajo, citas con familiares, amigos, citas médicas, etc.
La puntualidad es definida como el cuidado y la presteza en hacer las cosas a su debido tiempo, o en llegar a o partir de un lugar a la hora convenida.
La puntualidad es cortesía, cultura, educación y respeto. La impuntualidad es una muestra de falta de cultura y de falta de consideración con los demás al no apreciar el tiempo de ellos; a su vez, tampoco valora el propio.
Con la falta de puntualidad, una persona se expone como una persona desordenada, que maneja mal su tiempo, que no planea ni agenda bien sus actividades.
Para el predicador es importante tener en cuenta este factor. Puede ser que si es impuntual, su ministerio termine antes de lo que imagina, pues a nadie le gusta tratar con una persona que es desconsiderada con el tiempo de los demás; por eso, si adolece de este valor tendrá que corregirlo cuanto antes y para ello necesita de voluntad, disciplina, determinación, compromiso y responsabilidad.
La puntualidad del predicador debe ser sinónimo de garantía que se puede contar con su presencia en el momento preciso y necesario, que se tomará el tiempo que le asignaron para su predicación y no pretenderá tomarse más.
El predicador que vive el valor de la puntualidad, es testimonio de lo que es ser una persona integral a la manera de Jesús a quien representa, vivirá tranquilo y sin afanes, hará más agradable su vida y la de los demás.
En definitiva, el predicador será una persona digna de confianza.
¡Ajusta tu reloj!