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- Creado: Martes, 13 Noviembre 2012 22:33
“Vayan y evangelicen a todas las gentes…”
Mt 28, 19-20
Por: Isabel Botía
Este fue el tierno susurro que llegó a mis oídos hace treinta años. Iba contenta por la vida pensando que todo lo que tenía que hacer era cumplir con los preceptos aprendidos a temprana edad y que me invitaban a hacerle el bien a toda persona que pasara por mi lado. Esta fue realmente una enseñanza que empezó a llevarme por el camino de la bendición. Sin embargo, en mis horas de silencio interior, seguía sintiendo una sed espiritual tan grande que solamente se sació cuando comprendí que Jesús me llamaba a su servicio. Comprendí que Jesús vino con tanto vigor misionero que realmente contagió el alma de toda persona que se detiene a contemplarlo. Lo que más me gustó en los días felices de mi juventud, fue descubrir que por pura bondad, había puesto en mí un corazón misionero. Comprendí que Él, vino por voluntad de Dios a cumplir una misión especial y a enseñarnos cuál es camino al Padre.
Escuché a través de un sacerdote misionero, que Jesús antes de subir al cielo, en sus últimos momentos terrenales, nos dejó el mandato misionero, como camino de realización plena; aprendí que estamos llamados a salir de nosotros mismos y llevar el mensaje del amor a muchas personas que lo necesitan. Me sorprendió saber que hay más de cuatro mil millones de personas que no conocen a Jesucristo, que hay muchos que se han adormecido en su fe y otra multitud de personas que necesitan ser avivadas en su compromiso cristiano.